Al cuarto domingo de Cuaresma se le conoce como Domingo de la Alegría, ¿conoces la razón?, ¿qué no se supone que Cuaresma es un tiempo para arrepentirnos, confesarnos, hacer pequeños sacrificios?
Laetare es el nombre en latín que se le a este domingo, término que significa ‘Alégrate’, en este día la Iglesia Católica nos invita a alegrarnos porque ya está más cerca la Pascua, día en que Cristo venció el pecado y la muerte.
Y en señal de dicha alegría, los sacerdotes este día visten de rosa, en lugar del tradicional morado de Cuaresma.
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Solo hay dos momentos en el año litúrgico en que los sacerdotes visten de rosa, se trata del Domingo de Laetare – cuarto domingo de Cuaresma-, y el Domingo de Gaudete, tercer domingo de Adviento.
En este cuarto domingo de Cuaresma la Iglesia nos invita a tomar conciencia del amor entrañable del Padre, que en su misericordia levanta al hombre de su pecado, como escribió san Lucas: “porque hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente…”.
Como estamos a medio camino de la Pascua, también es un buen momento para examinar cómo estamos viviendo las prácticas cuaresmales, ¿cómo vamos en relación a la oración, la limosna y la abstinencia?
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¿Sobre la abstinencia qué podemos revisar?: Que nuestras privaciones no estén siendo ‘light’ ni tampoco exageradas; y asegurarnos de que no sólo nos ayuden a crecer espiritualmente, sino también sean de provecho para los demás, por ejemplo, lo que estamos ahorrando por no comer cierto alimento o golosina, regalarlo a una persona necesitada.
¿Y sobre la oración? Por ejemplo, si no oramos nunca o casi nunca, debemos esforzarnos por hacerlo diario; si nuestra oración es muy breve, dedicarle más tiempo; si sólo hablamos, aprender a oír a Dios; no sólo pedirle sino agradecerle, alabarlo, y no por cumplir sino de corazón.
Y ¿qué tenemos que revisar con relación a la limosna?
Dijo el Papa Francisco: ‘desconfío de la limosna que no cuesta y no duele’. Debemos examinar que no estemos conformándonos con lo que nos sobra, sino darnos: dar nuestro tiempo, nuestra atención, nuestro cariño, nuestra ayuda. Acuérdese que Jesús afirmó que “hay más felicidad en dar que en recibir” (Hch 20, 35), y san Pablo dijo que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7).
Con información de Alejandra Sosa Elízaga
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