Por muchos años el hombre siempre buscó la manera de controlar el correr del tiempo a fin de definir la temporalidad de cada momento del día y con ello poder organizar todas sus actividades para alcanzar los mejores resultados.
Desde la aparición del hombre en la tierra tuvieron que pasar muchos millones de años y casi mil desde el Nacimiento de Jesús para que precisamente un Arzobispo de Reims, Gerbert d’Aurillac, dotado con una gran inteligencia, inventara lo que se considera fue el primer reloj.
De acuerdo con el historiador Thomas E. Woods Jr., “el primer reloj que conocemos fue construido por el futuro Papa Silvestre II para la ciudad alemana de Magdeburgo”.
En 996, tres años antes de su nombramiento como el Papa Silvestre II, ideó y construyó el primer reloj de péndulo mecánico que funcionaba con un peso y el cual contaba con un mecanismo que le hacía tocar una campana en ciertos momentos del día para recordarles a los monjes que era hora de rezar.
Este invento del primer Pontífice de origen francés, se convirtió en el precursor del reloj mecánico y su concepto fue utilizado por la Iglesia Católica cerca de 400 años, hasta que se popularizó en todo el mundo, en el siglo XV.}
Nacido en 946 en Auvernia, Francia, en el seno de una familia pobre, el joven que se convertiría como el Papa número 139 en el año 999, se encargaba de cuidar el rebaño que poseían por las noches, por lo que de manera constante utilizaba las noches estrelladas para estudiar astronomía.
Al pasar los años, y luego de que un sacerdote que notó sus inteligencia lo llevara a estudiar al monasterio de Santa María de Ripoll, España, Silvestre II se distinguió por su erudición científica, en especial por su conocimiento del Quadrivium, es decir, conjunto de disciplinas que incluía la aritmética, la geometría, la astronomía y la música.
Debido a este interés y formación, el Papa inventó y construyó todo tipo de objetos destinados al aprendizaje y a la investigación, como ábacos, un globo terrestre, un órgano y relojes.
Gerberto de Aurillac, fue nombrado Papa y consagrado el 2 de abril de 999 con el nombre de Silvestre II, como homenaje a Silvestre I, papa en tiempos del emperador Constantino I quien consolidó la práctica del cristianismo en el Imperio romano.
Hombre de gran erudición y a quien se le conoció como la luz de la Iglesia y la esperanza de su siglo, el Papa Silvestre II falleció en Roma 12 de mayo de 1003.
Con información de ChurchPop.
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