Desde hace algunos años, los exorcistas del mundo, agrupados en la Asociación Internacional de Exorcistas, han trabajo arduamente para que el ministerio que les han encomendado sus obispos se realice como un auténtico servicio que haga presente el ministerio liberador de Cristo.
Por muchos años, los exorcistas debían trabajar, literalmente, “como Dios les daba a entender”, y experimentaban la necesidad de una instrucción previa y de una formación permanente, así como del intercambio experiencias con otros exorcistas.
Consciente de estas necesidades, el famoso padre Gabriel Amorth, exorcista de la Diócesis de Roma, fue agrupando a los hermanos de este ministerio para ir concretizando estos anhelos: así se formó la Asociación Internacional de Exorcistas (AIE).
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Esta asociación, reconocida por la Santa Sede el 13 de junio de 2014 (aunque su historia comienza 30 años atrás), ha ido trabajando en la elaboración de materiales que ayuden a los exorcistas del mundo.
Estos materiales tienen la finalidad de dar criterios y orientaciones, pues es un principio del sagrado ministerio del exorcistado que, cada exorcista, siguiendo los ritos prescritos y guiado por la sana doctrina, discierna e implemente en cada situación lo que considere conveniente; por ello, la finalidad de la formación y de la publicación de este tipo de materiales es orientativo y formativo, y no pretende dar normas que obliguen a una determinada praxis.
Recientemente la AIE ha publicado un documento llamado “Líneas Guía para el Ministerio del Exorcismo a la luz del ritual vigente”, fruto de arduos años de trabajo en equipo, como un primer instrumento orientador para todos los exorcistas.
Se trata de un rico y vasto compendio que recoge la experiencia de la práctica exorcística, unida a la sana doctrina y a una pastoral auténtica que sea eficaz en la lucha contra la acción extraordinaria del Demonio. Sin pretender ser exhaustivo, me limito ahora a exponer, a la luz de este texto, 5 errores que de ninguna manera puede cometer un exorcista:
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Las Líneas Guía insisten en la formación doctrinal del sacerdote exorcista, pues su servicio es, ante todo, un servicio en nombre de y para la Iglesia, y por ello debe tener el suficiente conocimiento doctrinal y teológico para hacer frente al “padre de la mentira”, que buscará desviar el ministerio del exorcista y corromper a las almas.
Muchas veces los padres exorcistas están solos en su diócesis, sea porque es el único exorcista diocesano, o sea porque es el único exorcista en una región, ya que las diócesis vecinas no tienen, y por ello no hay con quién confrontar su ministerio y sus reflexiones.
También muchos exorcistas son incomprendidos, un poco por los mitos que el morbo ha creado sobre este sagrado ministerio, otro poco por la ignorancia que hay sobre el tema o, simplemente, porque se niega su veracidad.
Los exorcistas a veces experimentan la soledad, la incomprensión y hasta la persecución. Este es otro engaño del Demonio. El exorcista está acompañado por sus “colegas” en esta tarea común, se acompañan con la oración y la vida fraterna y, sobre todo, tiene el respaldo y la potestad con que su obispo lo ha revestido.
También es alentado a recordar que aún en medio de las persecuciones e incomprensiones, el exorcista es testigo de Cristo, vencedor de Satanás, en el ejercicio fiel, esforzado y silencio que realiza al acoger a los que sufren por la acción extraordinaria del Demonio.
Como ya anotaba en el número anterior, el exorcista se enfrenta al morbo que el tema de las posesiones diabólicas levanta. Ahora, con la masificación de los medios de comunicación, muchos periodistas y presentadores de televisión, quisieran tener contenidos sobre el tema y entrevistar a quienes realizan este servicio, y no con la finalidad de reflexionar sobre el tema, sino para satisfacer el morbo y las fantasías en torno al mismo.
El sensacionalismo que se levanta es de tal manera que en el ideario colectivo al exorcista se le ve como un santo con poderes sobrenaturales. Gran error de un exorcista sería el que, tentado en su vanidad, piensa que el sometimiento de Satanás se produce por su “santidad personal” y no por la acción de la gracia que actúa en él de forma sacramental.
Las Líneas Guía advierten al exorcista de este peligro latente, les invita a servir discretamente y alejados de todo sensacionalismo, desalentado cualquier tipo de morbosidad, salvaguardando la intimidad de las personas posesas y protegiendo su propio servicio que es, ante todo, un ministerio sagrado y de fe.
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Algunas veces los exorcistas hacen de su ministerio una práctica cuasi mágica. Por inexperiencia y falta de formación, algunos exorcistas, sin quererlo, han desviado algunas de las prácticas exorcísticas dando a los sacramentales y a las prácticas de piedad, propiedades o poderes que no tienen.
Un exorcista es, también, un director espiritual de las almas que están en el proceso liberador, por lo que también deberá ser muy cuidadoso en apoyar al hermano con adecuadas prácticas de piedad cristiana y de vida sacramental.
Otra causa de desfiguración del ministerio es la excesiva carga de trabajo, pues además de que en los últimos años ha crecido la demanda, a esto se suman los deberes que el exorcista tiene por el ministerio sacerdotal.
La Líneas Guía también orientan sobre como conformar equipos de auxiliares compuestos por otros sacerdotes no exorcistas y por laicos, que pueden ayudar de muchas maneras.
Con esto me refiero a terminar haciendo del ministerio del exorcistado una práctica monótona y cansada, obviando los pasos que se deben dar y confiando demasiado en las propias fuerzas.
El exorcista siempre se enfrenta a situaciones nuevas, un poco como el médico; aunque las enfermedades son iguales, en cada persona tienen su variante y su tratamiento.
Fundamental en la práctica exorcística es el “discernimiento“ el que le da la certeza moral de una posesión, y entonces proceder al rito del exorcismo.
Para ello, las Líneas Guía nos recuerdan que se debe contar con el apoyo de peritos en las ciencias médicas, psicológicas y psiquiátricas, que den mayor claridad sobre la situación de las personas y descartar cualquier tipo de afectación médica o psiquiátrica, y entonces proceder adecuadamente.
La celebración litúrgica del exorcismo es precedida de todo un acompañamiento que se prolonga durante el tiempo en que se realiza el exorcismo, y el exorcismo puede durar días, meses o años.
Los padres exorcistas enfrentan a Satanás con el poder redentor de Jesucristo, su ministerio está “blindado” por la sagrada potestad que Cristo confió a su Iglesia. Oremos por ellos y apoyémoslos a la distancia informándonos de lo que su ministerio realiza y dejemos de lado cualquier afición morbosa.
*El P. José Alberto Medel es miembro del Colegio de Exorcistas de la Arquidiócesis México.
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