La Virgen María está asociada con las flores y por eso en mayo, que es un mes dedicado a Ella, se acostumbra llevarle flores a los templos.
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La palabra Rosario, oración completamente mariana, promovida por Santo Domingo de Guzmán significa cadena de rosas, de modo que cada vez que se reza, el orante le ofrece a la Virgen 50 rosas que son el número de cuentas en las que se dice el Ave María. Además, algunos artesanos fabrican sus rosarios con pétalos de rosa con lo que le imprimen su aroma.
En la letanía, se menciona a la Virgen como Rosa Mística, y en el Akathistos, que es un antiguo himno mariano escrito en griego y que fue redactado al paso de los siglos, la comparan a Ella con una Azucena de intacta belleza.
Durante las apariciones en el Tepeyac, las rosas tuvieron un papel importantísimo pues la Virgen le pidió a San Juan Diego que subiera el cerrito y que cortara rosas como las de Castilla, además de que, en el vestido de la Virgen de Guadalupe aparecen dibujadas varias flores con distinto número de pétalos.
En la Basílica de Guadalupe, todos los días, los fieles le llevan a la Virgen incontables ramos y adornos florales que se ponen, a la vista de todos, en su templo, y en una misa especial, se bendicen y se reparten rosas.
Las flores llevan consigo otro regalo a los sentidos: el aroma. San Agustín dice en sus Confesiones: “el deleite siempre busca lo hermoso, lo sonoro, lo fragante, lo suave”, y Flavio Josefo en su libro Las guerras de los judíos comenta: “dentro del sancta santorum del templo de Jerusalén, donde no era lícito entrar, excepto al sumo sacerdote, vio también la multitud de perfumes y olores que tenían”.
Durante la aparición de la Virgen en Lourdes, en Francia, la Virgen tenía flores amarillas o doradas como adorno de su calzado.
En la Basílica de Santa María la Mayor, de Roma, se acostumbra cada año hacer una lluvia de pétalos de rosa en honor a María, como si fuera nieve y lo mismo ocurre en otros templos marianos.
En la piedad popular, es frecuente que, durante algunas procesiones, como en Sevilla, en España, el paso de la Virgen Macarena durante la Semana Santa este acompañado de una nutrida lluvia de flores que arrojan los fieles. En todos los santuarios y fiestas marianas están presente las flores.
Es costumbre que los Papas envíen flores de oro a algunas advocaciones de la Virgen María, como es el caso de Paulo VI y Francisco, que destinaron a la Virgen de Guadalupe estos presentes.
De todas las advocaciones marianas, ninguna, como la Virgen de Guadalupe, tiene tanta relación con las flores y su aroma, que como incienso, asciende al cielo y le dan gloria a Dios.
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