Cuando pensamos en la figura de un Sumo Pontífice, inmediatamente se nos viene a la mente la imagen del hombre maduro en ideas y gran pensador cristiano, quien por sus principios y lealtad a Dios y a la Iglesia ha llegado a ser no sólo el líder espiritual de los católicos, sino una voz con impacto mundial en los acontecimientos sociales y políticos de la época.
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Pocas veces nos ponemos a pensar que ese líder espiritual, quien carga sobre sus hombros la responsabilidad de guiar hacia Dios a millones de personas, también tuvo una infancia, en la que sus mayores problemas se circunscribían al seno familiar, jugaba, reía, tal vez sufría los estragos de la pobreza; y, desde luego, veía la vida más sencilla que ponerse a mirarla desde el trono de San Pedro.
Aquí te dejamos algunos detalles sobre la infancia de san Juan Pablo II, del Papa Emérito Benedicto XVI y del Papa Francisco, nuestros últimos tres Pontífices.
Bautizado como Karol Jozef Wojtyla, nació el 18 de mayo de 1920 en la ciudad de Cracovia (Polonia). Creció en el seno de una familia muy hermosa y de profunda fe, y desde pequeño recibió el sobrenombre de “Lolek” de parte de su madre, quien falleció cuando él tenía sólo 9 años.
El pequeño Karol (quien fue el menor de los tres hijos del Matrimonio Wojtyła-Kaczorowska) se quedó a cargo del padre, y desde entonces comenzó a destacar en toda clase de actividades deportivas y artísticas; pero tenía especial inclinación por el futbol, el esquí, el teatro y la literatura. Además, en el colegio era siempre uno de los alumnos más sobresalientes.
Sin embargo, la vida familiar no se fue precisamente sencilla para el pequeño Karol, pues a los 3 años de la muerte de su madre, su querido hermano Edmund falleció de fiebre. Estos duros episodios marcarían su infancia por la tristeza de las pérdidas, y lo obligarían a madurar en muchos aspectos de su vida a una edad muy temprana.
Bautizado como Joseph Ratzinger, nació en Marktl am Inn, Baviera, el 16 de abril de 1927. Esa fecha era un sábado de Gloria, y el mismo día fue bautizado. Fue el más joven de los hijos de un oficial de policía llamado Joseph Ratzinger y de María Rieger.
Se cuenta que el pequeño Joseph, a la edad de 5 años, se encontraba con un grupo de niños que dieron la bienvenida a la ciudad al Cardenal Arzobispo de Múnich, y que impresionado por su vestimenta, poco más tarde manifestó que quería llegar a ese cargo.
Desde entonces, uno de sus pasatiempos favoritos era jugar a la Misa con sus amigos y sus hermanos, para lo cual se basaba en un libro de ilustraciones básicas que contenía imágenes de gestos y movimientos para cada parte de la celebración. Cuando hizo su Primera Comunión, recibió un material más avanzado que explicaba la Misa con mayor detalle, lo que le dio un sentido más pleno a lo que ya conocía.
Además, él consiguió pequeños cálices de juguete, velas y otros objetos para integrar a plenitud la liturgia eucarística. “Era una aventura fascinante avanzar gradualmente hacia el misterioso mundo de la liturgia, que se estaba ejecutando ante nosotros allí, en el altar”, ha señalado el Papa Emérito.
Bautizado como Jorge Mario Bergoglio, nació en el seno de una familia católica el 17 de diciembre de 1936 en el barrio porteño de Flores (Argentina), siendo el mayor de 5 hijos del Matrimonio entre Mario José Bergoglio y Regina María Sivori.
Durante su infancia, Jorge Mario tuvo una muy estrecha relación con su abuela Rosa Vasallo, la mujer que mayor influencia ha ejercido en él, según palabras del propio Papa Francisco.
Vivió una infancia pobre, pero a la vez muy feliz; su madre se inventaba platillos con lo que sobraba de la comida, y sus alimentos favoritos eran el dulce de leche y los platillos típicos de Argentina.
El pequeño Jorge Mario era de muy buen comer, así que la comida sería un tema de la mayor importancia en su vida actual, pues sus recuerdos lo llevarían como Pontífice a muchas de sus homilías a favor de los más desfavorecidos.
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