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¿Es pecado hablar mal de las personas?

La religión católica nos ofrece una brújula moral: nos enseña a vivir en la verdad, el amor y la justicia, como Jesús nos mostró con su vida. Sin embargo, seguir estas enseñanzas no nos convierte en jueces del prójimo.

Ser católico no implica sentirse superior a quienes no comparten nuestra fe o nuestro estilo de vida. Al contrario, cuanto más profundo sea nuestro encuentro con Cristo, más humildes, compasivos y misericordiosos deberíamos ser con los demás.

En el Evangelio de Juan (8,7), Jesús confronta a quienes querían apedrear a una mujer sorprendida en adulterio: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Esta frase no solo revela la hipocresía de quienes juzgan con dureza, sino que también recuerda a cada cristiano su propia fragilidad. Nadie está exento de pecado. Criticar al prójimo sin amor, sin contexto y sin intención de corregir con caridad, es actuar desde una falsa superioridad.

En la misma línea, el Catecismo de la Iglesia Católica advierte que “el respeto a la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra que pueda causar un juicio temerario, la difamación o la calumnia” (CEC 2477).

El Papa Francisco era especialmente insistente en este tema. En múltiples ocasiones advirtió contra los chismes y las habladurías. “Nunca hablen mal unos de otros. Si tienes un problema con una hermana o hermano, anda y díselo en su cara. Y si no puedes hacerlo, trágatelo, pero no vayas sembrando inquietudes que hacen mal y destruyen”, dijo en 2022. Para él, un cristiano que se dice seguidor de Cristo pero se dedica a hablar mal del prójimo, traiciona el Evangelio.

Por su parte, Benedicto XVI recordó que la corrección fraterna, cuando es necesaria, debe estar siempre guiada por el amor y no por el deseo de humillar o condenar: “La caridad en la verdad, en cambio, pone al prójimo en primer lugar, busca su bien verdadero, y esto incluye también el llamado a la conversión cuando sea necesario”.

El Papa León XIV en homilías recientes nos ha hablado de la importancia de aplicar la misericordia en nuestra relación con el prójimo: “No se puede rezar a Dios como ‘Padre’ y después ser duros e insensibles con los demás, sino que es importante dejarse transformar por su bondad, por su paciencia, por su misericordia, para reflejar como en un espejo su rostro en el nuestro”.

Criticar de manera destructiva a los demás nos aleja del corazón del Evangelio. Ser católico implica reflejar el rostro misericordioso de Cristo, no el dedo acusador de los fariseos.

DLF Redacción

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