Sabías que

¿Es cierto que el buen ladrón fue la primera persona en entrar al Cielo?

“En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”, fue esta la gran promesa que Jesús hizo al buen ladrón, uno de los dos ladrones que fueron crucificados con Él en el Gólgota. Por esta razón, hay quienes opinan que el buen ladrón pudo haber sido la primera persona que entró al paraíso; sin embargo, hay que hacer algunas consideraciones.

Antes del buen ladrón, hubo otros hombres considerados santos en el Antiguo Testamento, como los patriarcas u otros santos, hombres y mujeres, atestiguados en las Sagradas Escrituras, los cuales, obviamente, no fueron objeto de un proceso de canonización. En el Nuevo Testamento también tenemos personajes que murieron antes de Cristo y gozaban de fama de santidad, como Juan el Bautista, a quien Jesús mismo ‘canonizó’ en vida, por decirlo así, al declararlo el más grande de todos los hombres; o como los santos mártires inocentes, que atestiguaron con su sangre y su inocencia la llegada del Mesías.

Si el buen ladrón entró en la Gloria, podemos pensar que también todos estos personajes bíblicos lo hicieron. La particularidad, en el caso del buen ladrón, es que recibió de Jesús “su sentencia” previo a la muerte, la sentencia que todos recibiremos en nuestro juicio particular, que tiene lugar en cuanto morimos, y donde se nos dará aquello que con nuestra vida elegimos: la salvación o la condenación. Ahora bien, tanto en el caso del buen ladrón como en el de los santos que murieron previamente a la muerte redentora de Jesús, hay que tener en cuenta lo siguiente:

Los seres humanos vivimos en un mundo material, en el que necesariamente nos expresamos en categorías de tiempo y espacio; y al tiempo de este mundo material lo denominamos “cronos”: donde hay un pasado, un presente, y un futuro. En cambio, el tiempo de Dios, en el que no hay pasado, ni futuro, sino un eterno presente, lo llamamos “kairos”, o también, eternidad.  Es importante precisar que para nosotros, que vivimos en el “cronos”, el concepto de “kairós” nos cuesta trabajo entenderlo, por eso es válido que expresemos con lenguaje de espacio y tiempo las realidades eternas, es decir, el juicio de nuestras vidas serán “en el último día”, aunque en realidad nuestro juicio personal se da al momento de nuestra muerte.

De esta manera, según nuestras categorías de tiempo y espacio, el buen ladrón, como todos los patriarcas y como todos los hombres santos del Antiguo y del Nuevo Testamento, esperan el final de los tiempos, la conclusión del cronos, para enfrentar el juicio final, en el cual el Señor nos resucitará y dará a cada uno lo que nuestras acciones merecieron: el Cielo o el Infierno; la condenación eterna o la entrada a la Gloria en cuerpo y alma.

Esto no significa que Jesús haya incumplido su palabra al prometer al buen ladrón que hoy mismo estaría con él en el Paraíso, pues hay que tomar en cuenta que esta sentencia esta expresada en categorías de tiempo y espacio; es decir, del cronos. Lo que sí significa es que el buen ladrón sufrió su juicio particular en esta vida y escuchó su sentencia del Divino Juez: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora, como todos los santos, el buen ladrón espera la resurrección del último día para gozar en plenitud de la sentencia redentora que escuchó en esta vida.

En este sentido, de quien sí podemos afirmar que ha superado las categorías de espacio y tiempo, que no está esperando el juicio del último día, sino que ya entró al Cielo en plenitud, es decir, en cuerpo y alma, es la Santísima Virgen María, como lo afirma el dogma de la Asunción, que señala que Ella ya participa de la Gloria de Dios en cuerpo y alma. En términos del cronos, María no tiene que esperar el juicio final; ya vivió su juicio particular, y a Ella Dios le ha dado el privilegio de que pueda participar de la Gloria en plenitud.

Todo lo anterior, insisto, está expresado bajo las categorías de tiempo y espacio, puesto que la muerte y resurrección, en efecto, sucede para todos, de acuerdo con lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica al hablar de las postrimerías, de lo último, de la muerte de cada uno a este mundo, tras la cual viene un juicio particular, en el que Dios nos otorga lo que cada uno decidió, haber rechazados Su salvación o haber aprovechado Su gracia redentora.

Lo que en realidad vale la pena señalar es que la promesa que Jesús hace al buen ladrón: “En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”, es la promesa eterna que hace a todos lo que le siguen fielmente: que al morir serán objeto del cumplimiento de Su promesa de salvación.  Cuando al Papa san Juan XXIII, que fue afectado por un cáncer de estómago que finalmente lo llevaría a la muerte, le preguntaron si estaba seguro de ser salvado, su respuesta fue de una profunda fe y humildad. “Yo confío mi alma a la misericordia del Crucificado”. De esta manera queda claro que en su corazón resonaba la promesa que Jesús hizo a aquel pecador arrepentido, ojalá y nosotros crezcamos de tal manera en la fe, que en la última hora también nos confiemos al juicio misericordioso del que dio su vida por nosotros en la cruz.

P. Alberto Medel

Maestro Normalista. Licenciado en Filosofía y Teología, Mtro. en Teología, Lic. Pontificio en Teología Sacramentaria. Canciller de la Diócesis de Xochimilco, Exorcista miembro de la AIE, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas de la Diócesis de Xochimilco. Párroco de “El Padre Nuestro”. Profesor de Teología de la Iniciación Cristiana, de Teología de la Eucaristía, de Teología del Matrimonio, de Semiótica, de Síntesis Teológica y varios Seminarios Teológicos.

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