Cuando abrimos la Biblia y vemos el índice, encontramos que la Biblia se divide en dos grandes partes: el Antiguo y el Nuevo Testamento.
En el índice del Nuevo Testamento, inmediatamente, vamos a encontrar cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y, enseguida el libro de los Hechos de los Apóstoles. Estos cinco libros constituyen los libros históricos del Nuevo Testamento.
Enseguida hay una lista de cartas escritas por los Apóstoles: trece de San Pablo; una de autor desconocido (Carta a los Hebreos), pero que se considera inspirada en Pablo; una de Santo Santiago; dos de San Pedro; una de San Judas Tadeo y tres de San Juan. Estas cartas (21) constituyen los libros didácticos del Nuevo Testamento.
Finalmente encontramos el Apocalipsis del Apóstol San Juan, que es el único libro profético del Nuevo Testamento.
Todos estos libros son la plenitud y el culmen de la Biblia y en ellos el Antiguo Testamento alcanza su sentido total: Jesús.
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Apóstol de Jesús, Escribió su Evangelio en Hebreo entre los años 40 y 50; posteriormente se tradujo al Griego hacia el 60, y es la versión que conocemos. Escribió su Evangelio principalmente para los cristianos de Palestina y es uno de los Evangelistas que nos habla del nacimiento de Jesús.
No fue Apóstol, aunque algunos lo identifican con aquel joven que siguió a Jesús cuando lo arrestaron en el Huerto de los Olivos y que, dejando su manto en manos de los guardias que trataban de prenderlo, huyó desnudo (Mc 14, 51).
Discípulo de Pablo y, sobre todo, de Pedro, de él recibió los datos para su Evangelio en el que nos muestra sobre todo las acciones de Jesús que prueban que es el Hijo de Dios.
Este Evangelio fue redactado primero en Arameo o Hebreo, entre los años 40 y 50, y después traducido al Griego en los años del 60 al 63.
Tampoco fue Apóstol y ni siquiera conoció personalmente a Jesús. Se convirtió al cristianismo y fue discípulo de San Pablo. Realizó una labor de verdadero detective investigando las fuentes originales e interrogando a los testigos de la historia. Una tradición muy bella nos lo presenta preguntando a la misma Virgen María los detalles de la infancia de Jesús que sólo él nos da a conocer. Hay otra tradición que nos dice que era pintor y que pidió permiso a María para hacer su retrato, pintura que muchas comunidades cristianas orientales presumen que la tienen.
Escribió su Evangelio directamente en Griego hacia los años 60 a 70. Escribió para los cristianos de cultura griega. Nos habla de la reconciliación de los hombre con Dios y entre sí.
Es el autor de los Hechos de los Apóstoles, en donde habla de la Iglesia primitiva. A este libro se le suele llamar “el quinto Evangelio” y “el Evangelio del Espíritu Santo”, porque resalta la acción del Espíritu Santo en la Iglesia naciente.
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El más joven de los Apóstoles y el que sobrevivió a todos, es, también “el discípulo amado” de Jesús y el que recibió el privilegio de atender a la Madre de Jesús como a su propia Madre cuando Jesús subió a los cielos.
Este Evangelio se publicó hacia el año 95, después de la muerte de San Juan. Nos habla, con sublimidad y poesía, de la Santísima Trinidad y de la comunicación de Dios con el hombre. Insiste en la divinidad de Jesús.
San Juan es autor, también, de tres Cartas y del Apocalipsis.
Los tres primeros Evangelios se llaman “Sinópticos” por seguir un esquema muy parecido.
Las Cartas o “Epístolas” de los Apóstoles son la aplicación práctica de la doctrina de Jesús y la explicación de las verdades de él recibidas. Llenas de calidad humana nos permiten sentirnos destinatarios de ellas y aplicarlas a nuestra propia vida.
La fecha de composición de muchas de ellas es anterior a la publicación de los Evangelios.
Cuando uno lee estas Cartas se convence cada vez más de la actualidad de la doctrina de Cristo y no puede menos que exclamar “Cristo ayer, hoy y siempre”.
El Espíritu Santo inspiró a los autores humanos del Nuevo Testamento para trasmitirnos por escrito lo que habían recibido del mismo Jesús.
A nosotros, a los que amamos y seguimos a Jesús, debe interesarnos conocer de primera mano la vida y doctrina de nuestro Salvador.
Nuestro compromiso es el mismo que hicimos, a través de nuestros padres y padrinos, el día de nuestro bautismo: creer en Cristo y vivir a Cristo.
La lectura continua y atenta del Nuevo Testamento nos llevará a pensar como Cristo y a vivir como Cristo.
Leamos pues, pero no como quien lee un libro humano, sino como quien escucha la Palabra de Dios como venida del mismo Dios.
En nuestros hogares, en el lugar de honor, debe estar un ejemplar de la Biblia, no como adorno, sino para leerla en familia, al menos en las grandes ocasiones.
Escuchemos con atención el Evangelio proclamado en la Misa.
1 Evangelio de Mateo
2 Evangelio de Marcos
3 Evangelio de Lucas
4 Evangelio de Juan
5 Hechos de los Apóstoles
6 Epístola a los Romanos
7 Primera Epístola a los Corintios
8 Segunda Epístola a los Corintios
9 Epístola a los Gálatas
10 Epístola a los Efesios
11 Epístola a los Filipenses
12 Epístola a los Colosenses
13 Primera Epístola a los Tesalonicenses
14 Segunda Epístola a los Tesalonicenses
15 Primera Epístola a Timoteo
16 Segunda Epístola a Timoteo
17 Epístola a Tito
18 Epístola a Filemón
19 Epístola a los Hebreos
20 Epístola de Santiago
21 Primera Epístola de San Pedro
22 Segunda Epístola de San Pedro
23 Primera Epístola de San Juan
24 Segunda Epístola de San Juan
25 Tercera Epístola de San Juan
26 Epístola de San Judas
27 Apocalipsis
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