Los padres deben heredar a sus hijos una bendición y una promesa de la alianza con Dios y de la vida en Cristo. Foto: Luis Aldana.
Tal vez en alguna ocasión hayamos escuchado de algunas personas la afirmación de que los hijos son o serán castigados por los pecados que hayan cometido sus padres, frase que a todas luces pareciera ser una condena o una maldición en contra de alguien que no ha incurrido en una falta.
Aunque muchas personas sostienen que los hijos cargan con las consecuencias o los castigos de los pecados de sus padres, la enseñanza de la Iglesia Católica es clara: Dios no castiga a los hijos por las faltas de sus progenitores.
Esta creencia, que ha pasado de generación en generación, es corregida por la enseñanza de la Iglesia Católica, a través del padre Andrés Esteban López Ruiz, integrante de la Dimensión de la Pastoral de la Consolación y Exorcistas de la Arquidiócesis Primada de México, quien aclara que cada persona es responsable ante Dios de sus propios actos y que los hijos no heredan culpa alguna por las faltas de sus padres.
“Dios no castiga a los hijos por los pecados de sus padres, porque en la fe cristiana, cada persona es responsable ante Dios de sus propios actos libres”, aseveró el sacerdote en entrevista con Desde la fe.
Recordó que el profeta Ezequiel, en el capítulo 18, versículo 20, declara que “el alma que peque, ésa morirá” y que “el hijo no padecerá por la iniquidad del padre, ni el padre por la iniquidad del hijo”. Esta enseñanza de Ezequiel “corrigió una mentalidad antigua que atribuía las desgracias de los hijos a las faltas de sus padres, como se ve en Éxodo capítulo 20, versículo 5”.
El padre López Ruiz añadió que Jesús también confirmó esta enseñanza cuando sus discípulos le preguntaron acerca de un hombre que nació ciego: “¿Quién pecó, este hombre o sus padres, para que naciera ciego?” (Juan capítulo 9, versículos 2-3). A lo que Jesús respondió: “Ni él ni sus padres pecaron, sino que nació así para que las obras de Dios se manifestaran en él”.
“Esto niega que la enfermedad, o cualquier otro sufrimiento, sea un castigo divino por los pecados familiares, enseñando en cambio que Dios quiere manifestar su misericordia y gracia incluso en el dolor”, destacó.
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El sacerdote exorcista indicó que en la Iglesia católica el único pecado que se reconoce como transmisor de culpa es el original cometido por Adán y Eva, que terminó afectado a la raza humana.
Precisó que la Conferencia Episcopal Española, haciéndose eco de otras intervenciones magisteriales, como las de la Conferencia Episcopal de Polaca, la Conferencia Episcopal Coreana y la Conferencia Episcopal de Francia, “nos recuerda que no existe transmisión de la culpa personal de una generación a otra”.
“El único pecado que la Iglesia reconoce como transmisor de culpa es el pecado original, que se transmite no porque los individuos sean responsables del pecado de Adán o Eva, sino porque su pecado, como primeros padres, afectó de alguna manera a la raza humana. Si bien los pecados de los padres pueden tener consecuencias humanas o espirituales, como dar un mal ejemplo en el entorno familiar, no existe una culpa heredada”, subrayó el padre Andrés Esteban.
Al preguntarle cómo se debe responder a quienes aseguran que los hijos pagan por los pecados de sus papás, el sacerdote subrayó que se les debe enseñar la verdad que se plasma en el Evangelio:
“El amor y la misericordia de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús y en el don del Espíritu Santo nos da el perdón de los pecados y Dios es todopoderoso y misericordioso que viene a dispensar la gracia por medio del bautismo para borrar incluso la culpa del pecado original y justificarnos, santificarnos”, señaló.
“Entonces”, continuó, “no podemos reducir la revelación de la Biblia pensando que Dios sea un juez vengativo y mucho menos injusto que castiga a los inocentes. Sino todo lo contrario, es un juez justo que incluso con el pecador ejerce misericordia”.
Sin embargo, precisó, no hay que dejar de lado que las malas decisiones que tomen los padres sí pueden tener “consecuencias dolorosas para los hijos, ya que a veces se van arrastrando o los malos ejemplos generan ambientes destructivos y estructuras de pecado aún en las mismas familias”.
El padre Andrés Esteban señaló que la Sagrada Escritura reconoce que los hijos son una bendición de Dios y que los padres colaboran en la obra creadora de Dios por medio de la transmisión de la vida a través del amor conyugal que Él ha querido hacer fecundo, “por ello los hijos son un don, una gracia, una bendición, en la que los padres pueden ver tanto el fruto de su amor como el fruto del amor de Dios”.
“Los hijos son un tesoro y una responsabilidad para el cuidado y la tutela de los padres para preservar su vida, su dignidad y educarlos en la vida, de modo que crezcan y lleguen a ser personas maduras, plenas, agentes de bien, servidores de la verdad y ser educados, en el caso de los fieles cristianos, en el conocimiento de la palabra de Dios, de la Sagrada Escritura, de los misterios de la fe, de la vida cristiana, de los sacramentos y de los mandamientos de la vida orante” destacó.
Del mismo modo, el sacerdote recordó que el Catecismo de la Iglesia Católica, en el numeral 2221, enseña que la paternidad y la maternidad no se limitan a la transmisión de la vida, sino que son los primeros responsables de la educación de los hijos en la fe, la esperanza y la caridad, “de modo que sean ciudadanos del mundo, pero también del reino de los cielos”, por lo que deben transmitir un ejemplo de confianza en Dios, en la práctica del bien y de la alegría del Evangelio”.
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El sacerdote de la Pastoral de la Consolación y de Exorcista indicó que es fundamental impulsar la perspectiva cristiana sobre la sanación de las familias, a partir de abordar y entender que las transgresiones pasadas se centran en el camino del Evangelio, no en la búsqueda de pecados pasados.
Este camino, subrayó, incluye el perdón, la oración, la educación cristiana, la vida sacramental, la reconciliación y la Eucaristía, por lo que el propósito debe ser buscar una vida familiar que viva de las obras de misericordia, del apostolado y del servicio a Dios y al prójimo.
“Los hijos no heredan de sus padres condena y pecado; en cambio, los padres deben heredar a sus hijos una bendición y una promesa de la alianza con Dios y de la vida en Cristo, que se recibe a través del bautismo en el seno familiar y se alimenta también en la familia”, concluyó el padre López Ruiz.
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