Si una persona que no es católica o no está bautizada comulga sin saber lo que significa, no hay una condena. Foto: DLF
La Comunión es el acto más sagrado y un sacramento fundamental en la iglesia católica, por medio del cual se recibe a Cristo vivo en la Eucaristía, además de que es un medio de unión con Él y con la iglesia y con el que los católicos buscan fortalecer su fe. Pero, ¿qué ocurre si alguien que no es católico se acerca a comulgar? ¿Está prohibido? ¿Es pecado? ¿Tiene consecuencias?
La Iglesia nos enseña que la Comunión no es solo un símbolo, sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo, presente real y verdaderamente bajo las especies del pan y del vino, por ello, no se trata de un gesto social o simbólico, sino de un acto profundamente espiritual que expresa una comunión plena con la fe, la vida y los Sacramentos de la Iglesia católica.
Sin embargo, puede suceder que una persona que no es católica, o incluso no bautizada, se acerque a comulgar, ya sea por desconocimiento, por estar participando en una ceremonia especial, por curiosidad o por un deseo sincero de acercarse a Dios. Ante este escenario, surgen muchas dudas ¿está mal?, ¿ofende a Dios?, ¿es válido?, ¿qué dice la Iglesia?
“Si una persona que no es católica o no está bautizada comulga sin saber lo que significa, no hay una condena o castigo automático. Simplemente, al no compartir la fe en la presencia real de Cristo, no recibe el fruto espiritual del sacramento. Es como si no pasara nada, aunque sí importa la intención con la que lo haga”, explicó el padre Salvador Barba, párroco de la Iglesia de San José, en la Colonia Revolución de la Arquidiócesis de México.
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De acuerdo con el padre Barba, quien también es liturgista de la Arquidiócesis Primada de México, la Eucaristía “está abierta a todo aquel que cree en la presencia real de Cristo”. Por eso, para recibir la Comunión de forma válida y eficaz, se requiere estar bautizado, en estado de gracia, es decir, sin pecado mortal y tener la intención de unirse verdaderamente a Cristo.
“No se trata solo de comulgar por rutina o por formar parte de una ceremonia. El problema no es si se comulga o no, sino desde qué disposición del corazón se hace. Si alguien se acerca con fe, incluso sin tener todos los elementos, puede ser más eficaz que quien comulga por costumbre, sin entender lo que hace”, explicó.
Cuando una persona que no profesa la fe católica comulga sin intención de ofender ni de burlarse, no se considera un sacrilegio. “Dios ve el corazón”, aclara el padre Barba. “Si alguien lo hace por ignorancia o por deseo sincero, no hay culpa en sentido estricto. Lo verdaderamente grave sería hacerlo con malicia, para profanar, o como un ritual mágico”.
Señala que en esos casos sí se considera sacrilegio, ya que se falta al respeto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Sin embargo, el sacerdote recuerda que “el juicio le pertenece a Dios, no a nosotros. Nosotros no estamos para excluir, sino para invitar al encuentro con Cristo”.
En la Iglesia Católica, el sacrilegio consiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares consagrados a Dios. El sacrilegio puede considerarse un pecado grave sobre todo cuando es cometido contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpo de Cristo se nos hace presente substancialmente.
Se este modo, se considera que el sacrilegio es una ofensa grave contra Dios y la fe cristiana y este no se limita a la acción física, sino que también puede manifestarse a través de palabras, actitudes o comportamientos que denotan una falta de reverencia hacia lo sagrado.
En este sentido, se distinguen tres tipos de sacrilegio:
Ante esta situación, el padre Barba recomienda no condenar, sino acompañar. Si alguien comulgó sin saber lo que hacía y tuvo una experiencia espiritual significativa, es una oportunidad para acercarlo a la fe.
“Muchas veces, ese acto espontáneo es una semilla. En lugar de señalar o juzgar, podemos invitarlo a conocer más, a prepararse, a bautizarse si no lo está, y a integrarse plenamente en la vida de la Iglesia. Es un momento de gracia”, señaló.
Apunta que “Jesús llamó a todos al banquete, pero había que ir con el traje de fiesta. No es que el que no lo lleva es expulsado para siempre. Se le invita a volver… preparado”.
A decir del sacerdote arquidiocesano, el problema no es que un no católico comulgue, sino que muchos católicos lo hagan sin entender lo que reciben. Eso sí es grave, concluyó.
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