Aprende cómo ser misionero hoy: sigue los ejemplos de los santos y comparte el Evangelio con alegría, fe y sencillez.
Octubre es el mes de las misiones, un tiempo para recordar que todos los bautizados estamos llamados a ser portadores del Evangelio de Cristo. ¿Te has preguntado cómo ser un buen misionero y vivir este llamado en la vida cotidiana?
Los santos ofrecen un camino claro, con su ejemplo y enseñanzas muestran cómo anunciar el Evangelio en cualquier circunstancia. Te invitamos a conocer sus hábitos y mensajes para hacer misión y permitir que las personas que te rodean descubran a Cristo a través de tu testimonio.
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Santa Teresita del Niño Jesús es un ejemplo claro de cómo vivir la misión sin necesidad de salir del hogar o de la comunidad. Aunque nunca dejó su convento, fue proclamada patrona de las misiones por su profundo amor a la evangelización, pero ¿por qué? Su labor consistió en orar con fervor por la conversión de los corazones y en escribir a los misioneros para alentarlos en su tarea de llevar la Palabra de Dios a todos los lugares del mundo.
Ella una vez dijo: “Jesús no mira tanto la grandeza de las acciones, ni siquiera su dificultad, sino el amor que las hace realizar…”
Carlo Acutis, a pesar de su corta edad, comprendió que no existen fronteras para anunciar la Palabra de Dios, ni siquiera en el nuevo continente digital: Internet.
Con su talento en informática, creó un sitio web para catalogar y difundir los milagros eucarísticos de todo el mundo, convirtiendo la red en un espacio de evangelización.
Su testimonio se reflejó en todos los ámbitos de su vida. Cada noche realizaba un examen de conciencia sobre el modo en que trataba a las personas que lo rodeaban, buscando hacer presente a Cristo en lo cotidiano.
Siguiendo su ejemplo, utilicemos las redes sociales como un medio para acercar a otros a Cristo y llevar el Evangelio al mundo digital.
“Estoy feliz de morir, porque he vivido mi vida sin desperdiciar un minuto en las cosas que no agradan a Dios”.
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El fundador de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús fue llamado a hacer misión en uno de los lugares más inhóspitos del planeta: África.
Las dificultades —la muerte de sus misioneros, enfermedades, sequías, hambruna y la amenaza de los esclavistas— no fueron obstáculo para convertirse en el gran evangelizador de África central.
Movido por las carencias de la gente, viajó por Europa para pedir recursos y solicitó apoyo a los obispos asistentes al Concilio Vaticano I.
Pidamos a Dios que nos dé un corazón perseverante para cumplir su voluntad.San Daniel Comboni, fundador de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, fue llamado a llevar el Evangelio a uno de los lugares más difíciles del planeta: África central.
Las adversidades como la muerte de misioneros, las enfermedades, las sequías, el hambre y la amenaza de los esclavistas, todo ello no le impidieron cumplir su misión evangelizadora. Su fidelidad y entrega lo convirtieron en uno de los grandes misioneros de África.
Movido por las necesidades de los pueblos africanos, viajó por Europa para reunir recursos y pidió apoyo a los obispos durante el Concilio Vaticano I, buscando siempre abrir caminos para la evangelización.
Pidamos a Dios un corazón perseverante, capaz de cumplir su voluntad incluso en medio de las pruebas. Una de sus frases más recordadas es:
“Usted rece y haga rezar por mí… a fin de que todos nos hagamos santos salvando a la Nigricia… Las obras de Dios nacen y crecen al pie de la Cruz”.
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Chiara Luce Badano nos enseñó con su vida que no hay dolor que se sufra sin sentido. A los 17 años le diagnosticaron un osteosarcoma, un tumor óseo muy agresivo que la debilitó hasta su muerte en 1990.
Nacida en 1971 en Sassello, Italia, Chiara Luce Badano fue una joven del Movimiento de los Focolares. Desde su infancia mostró una fe profunda y un amor constante por los demás. En medio de la enfermedad, ofreció su dolor a Dios y renunció a los sedantes y analgésicos para acompañar a Cristo en su Pasión.
Quienes la visitaban salían fortalecidos e inspirados, porque ella no solo hablaba de Jesús, lo hacía presente con su vida. Su serenidad y alegría en el sufrimiento fueron testimonio de una fe vivida hasta el extremo. Una de sus frases más recordadas resume su espiritualidad:
“Yo no tengo que hablar de Dios, tengo que dárselo a todos”.
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San Francisco Xavier, misionero en Asia, nos enseñó que evangelizar también implica aprender de los demás.
Desde el inicio de su labor apostólica, Francisco Xavier comprendió que anunciar el Evangelio exigía más que palabras: requería abrirse a la lengua, la cultura y las personas del lugar al que llegaba. Según documentos de la Santa Sede, adaptó sus métodos “a cada situación y a las condiciones de los pueblos” para que el mensaje de Cristo fuese verdaderamente comprensible.
Por ejemplo, en Japón se percató de que su forma de vestirse y comportarse necesitaba cambiar para acercarse a la sensibilidad japonesa; reconoció que “para que el cristianismo triunfara en Asia, los misioneros debían hablar, leer y escribir en la lengua nativa del pueblo”.
De ese modo, aprendió o al menos se esforzó por aprender los idiomas de los lugares donde llegaba para conocer mejor a las personas y sus culturas, con el fin de que todos conocieran “la verdad de Cristo”.
Además de su espíritu misionero, Francisco Xavier nos invita a alimentar la inteligencia y los talentos que Dios nos ha dado, utilizándolos como instrumentos para la evangelización y el encuentro. Su frase más conocida:
“Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí cinco más que he ganado con ellos”.
San Felipe Neri enfrentó numerosos retos en su misión, pero ¿cuál fue su actitud? Su respuesta fue la alegría y la bondad manifestadas en la atención constante a las pequeñas acciones diarias.
Este santo es la prueba viviente de que la santidad se alcanza a través de la simplicidad, del amor y de la capacidad de sonreír incluso en las adversidades.
En Roma del siglo XVI, Felipe Neri fundó la Congregación del Oratorio, y desde allí trabajó con jóvenes, enfermos y pobres, proclamando que la alegría no es fruto de la circunstancia sino del corazón que ama a Dios y vive para los demás.
Una de sus enseñanzas que mejor resume su espiritualidad es:
“El que se alegra de ser despreciado y se tiene por nada, es un discípulo perfecto de la escuela de Jesucristo”.
Siguiendo su ejemplo, alimentemos nuestros talentos, cuidemos las pequeñas acciones del día a día y cultivemos esa “alegría cristiana” que no depende de lo externo sino de la presencia de Dios en nosotros.
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