Una vez que comiencen de manera gradual las actividades en las iglesias, tanto pastorales como litúrgicas; es decir, cuando las autoridades lo determinen, los sacerdotes podrán administrar el Sacramento de la Unción de Enfermos.
Esto se hará con las medidas que cada diócesis establezca a partir de las Orientaciones litúrgicas para reanudar el culto religioso en tiempo de pandemia publicadas por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) el 16 de mayo pasado.
En su documento, la CEM sugiere, principalmente, que para prevenir el contagio de COVID-19, la imposición de manos que se realiza durante la Santa Unción de los enfermos, se haga sin contacto con la persona:
“Podrá y bastará solamente ungir la frente del enfermo, o alguna otra parte del cuerpo que se considere conveniente, con un hisopo con punta de algodón o una bola de algodón, mientras se dice toda la forma sacramental: ‘Por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia…’”.
También pide a los sacerdotes a utilizar guantes desechables de vinil o nitrilo; o bien, al menos, usar gel antibacterial inmediatamente antes y después de la unción.
En la Ciudad de México, específicamente en la Arquidiócesis Primada de México, el Cardenal Carlos Aguiar Retes emitió el pasado 3 de junio sus Orientaciones y criterios para el retorno gradual a las celebraciones litúrgicas con asistencia de fieles.
En el inciso “F” de dicho documento -en el apartado “De la celebración de los sacramentos y sacramentales”- establece medidas para la administración de este Sacramento tanto para enfermos que no padecen COVID-19, como para los que están contagiados.
Cuando el sacerdote tenga que atender a un enfermo que no está contagiado de coronavirus, debe seguir los siguientes pasos:
1. Lavarse o desinfectarse las manos con agua tibia y jabón.
2. Llevar y usar el equipo de protección personal (guantes, gel antibacterial y cubrebocas).
3. Evitar todo contacto físico y guardar sana distancia.
4. Hacer la unción con un hisopo con punta de algodón o una bola de algodón, que se quemará sin excepciones después de su uso.
5. Si se da la Sagrada Comunión, debe darse en la mano cuando el enfermo pueda tomarla.
6. Y finalmente, el sacerdote debe desinfectar sus manos con agua y jabón después de la visita.
Para brindar esta atención, el Cardenal Carlos Aguiar Retes pide a cada uno de los vicarios episcopales territoriales que designen al menos a un sacerdote voluntario dentro de los hospitales de su zona.
También ha dado instrucciones para que quienes atiendan a los enfermos de COVID-19 sean sacerdotes menores a 55 años y que no padezcan ninguna de las siguientes enfermedades: hipertensión, diabetes, enfermedad de Crohn, cáncer, artritis reumatoide, asma, EPOC o del corazón.
“El sacerdote deberá llevar y usar el equipo de protección personal (guantes, mascarilla quirúrgica o respirador N-95, delantal impermeable de manga larga y protección facial contra salpicaduras). Es imprescindible utilizar todo el equipo”.
Al final del apartado de la Unción de Enfermos, el Cardenal Carlos Aguiar hace esta petición: “Pido firme y encarecidamente que cuando algún sacerdote no pueda satisfacer la demanda de los fieles, busque personalmente a algún sacerdote que sí esté brindando este servicio y contáctelo con la familia del enfermo. Nunca se deje a los fieles sin atención pastoral en circunstancias tan lamentables”.
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