Dante Alhigieri imaginó el Cielo, el Purgatorio y el Infierno, y el resultado lo escribió en la Divina Comedia, obra que influyó en el pensamiento medieval e inspiró a artistas como Boticceli o Rodin, quienes lejos de contradecirlo, se sumaron a lo que él escribió.
Para Dante, el infierno tenía 9 círculos concéntricos a donde iban las almas de los condenados, de acuerdo con sus pecados, y describe las torturas conforme la forma en la que se alejaron de Dios.
El Infierno, en primera instancia, es la ausencia de Dios, pero han existido santos a quienes Dios les ha permitido verlo.
San Juan Bosco, por ejemplo, escribió: “en cuanto cruce el umbral, sentí un terror indescriptible y no me atreví a dar un paso más. Delante de mí pude ver algo así como una cueva que desapareció gradualmente en huecos hundidos profundamente en las entrañas de la montaña. Todos estaban en llamas. Todo era un blanco resplandeciente a temperaturas de miles de grados.”
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Santa Teresa de Ávila escribió: “La entrada parecía ser un estrecho pasaje largo, como un horno, muy bajo y oscuro. El suelo parecía estar saturado de lodo, muy sucio, emanando olores pestilentes, y cubierto de bichos repugnantes.”
La Beata Ana Catalina Ermmerich, dijo: “Gemidos profundos y gritos de desesperación pueden distinguirse claramente incluso cuando las puertas estaban cerradas. ¡Quién puede describir el aspecto melancólico de los habitantes de este lugar miserable!”
Lucía dos Santos, la vidente de Fátima, describió: “Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos, junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo. Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales desconocidos, negros y transparentes, como carbones en llamas.”
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Sor Faustina Kowalska, escribió en su Diario: “Es un lugar de grandes tormentos que espantosamente grande es su extensión. Los tipos de tormento que he visto, el primero, es la pérdida de Dios. El segundo el continuo remordimiento de conciencia, el tercero, aquel destino no cambiará jamás; el cuarto es el fuego que penetra el alma, pero no la aniquila, es un tormento terrible, es un fuego puramente espiritual, incendiado por la ira divina; el quinto es la oscuridad permanente, un horrible y sofocante olor; el sexto es la compañía continua de Satanás; el séptimo, el odio a Dios, las maldiciones y las blasfemias. Hay tormentos particulares para distintas personas, que son los tormentos de los sentidos, cada alma es atormentada de modo tremendo e indescriptible con lo que ha pecado.”
Teólogos, místicos, artistas y filósofos se han pronunciado sobre el tema, pero coinciden que en que el mal lleva a este camino del cual nunca hay salida porque, como dice la Biblia en el Evangelio del Rico y Lázaro (Lucas 16; 26): “Hay un gran abismo que nos separa. Ninguno de nosotros puede cruzar hasta allí, y ninguno de ellos puede cruzar hasta aquí.”
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