El culto a la Santa Muerte es contrario a la fe cristiana. Entre otras, la razón es que se le atribuyen características exclusivas de Dios a un ser, convirtiéndolo en un ídolo e incurriendo en lo que las sagradas escrituras prohíben por ser idolatría.
Aunque muchos logran separarse de ese culto, algunos siguen temiendo posibles represalias del supuesto ser en caso de que decidan eliminar la imagen que le representaría. Al respecto, el padre José Alberto Medel, responsable de Liturgia en la Diócesis de Xochimilco en la Ciudad de México, brinda una amplia orientación y señala qué hacer en estos casos.
“Algunas personas que en algún momento de su vida estuvieron ligados al culto a la mal llamada Santa Muerte es qué hacer con las imágenes que la representan, porque existe la creencia de que este supuesto ser es tan vengativo que si atentan contra su imagen les vendrán calamidades o castigos”, menciona el sacerdote.
En este marco, brinda tres recomendaciones especialmente importantes. Entre ellas, hace énfasis en la necesidad de comprender que el tal ser no existe, de modo que no tiene poder. Luego, en la relevancia de eliminar físicamente la imagen que habría de representarle. Lo explica detalladamente a continuación:
El padre José Médel insiste en que quienes piensan: “¿Y si le hago algo y me pasa a mí algo?” es porque se algún modo están confesando “que tienen esa creencia en el fondo de su corazón, aunque digan que ya no creen o que ya no la veneran o la adoran o la siguen”.
En tal sentido, reitera que “es muy importante primero liberarnos de esto. Y la liberación de estas ideas” se logra “catequizándonos, formándonos, renovando nuestra fe, convirtiéndonos, confesándonos, participando habitualmente de la eucaristía y haciendo oración”.
“Así nos vamos liberando de las supersticiones y de cualquier otro tipo de miedo, porque precisamente confiar en la misericordia y en el poder de Dios no nos hace temer”, sostiene.
Entonces, indica, “estaremos convencidos de que no va a pasar nada (malo), porque lo que está ahí representado no existe y fácilmente lo podemos romper y echar a la basura”.
“Ahora bien, si alguien, como un símbolo de su auténtica ruptura con esas creencias idolátricas o supersticiosas, de veras quiere hacer algo simbólico pues que vaya ante una imagen de Jesús crucificado y allí la rompa”, señala el sacerdote.
Sugiere en este aspecto que al romperla podría decirle a Jesús: “Ya no creo en esto que aquí en tu presencia destruyo, porque así lo he destruido ya en mi corazón”.
“Sencillamente deberíamos deshacernos de esas cosas destruyéndolas y echándolas a la basura, que es donde deben estar, en la basura física”. Pero, sobre todo, insistió, sacarlas de nuestro corazón y echarlas lejos de nosotros. En contraste, invitó a “crecer en el amor y en la confianza de Dios” que nos liberan de las ideas supersticiosas.
Reconociendo Señor, que por error o ignorancia,
he adorado ídolos que no me acercan a ti y me alejan de ti,
fuente de amor verdadero y de vida plena,
me deshago (o destruyo) esta imagen idolátrica,
volviendo a ti mis ojos y mi corazón:
“Ya no creo en esto que aquí en tu presencia destruyo,
porque así lo he destruido ya en mi corazón”.
Consiente de tu amor y libre de temor,
pues no rechazas a quien se alejó de ti
y vuelve con el corazón a la vida, sin esclavitudes,
Señor, me has enseñado a mirarte a ti, Dios verdadero,
que no castiga, sino que me acoges y me abrazas tiernamente.
Lleno de confianza,
sé que al destruir “imágenes hechas por manos humanas”,
estas no pueden castigarme
ni causarme ningún mal, de ningún tipo.
Tú, Señor, que podrías castigarme no lo haces,
los ídolos no tienen poder sobre mí, son basura, sólo tú Señor,
y no lo haces porque eres misericordioso y compasivo.
Aleja de mí el temor y todo miedo,
ante cualquier amenaza supersticiosa en que he caído y,
de tu mano, me has levantado y
me has tendido la mano y levantado,
como un hombre libre, ¡un hombre nuevo!
Amén.
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