Actualmente son muchas las parroquias que no tienen Pastoral Juvenil, a pesar de que es una de las opciones preferenciales de la Iglesia de México y de América Latina. Y con tristeza debemos reconocer que la Iglesia no es opción preferencial de nuestros jóvenes. ¿Qué está pasando?, ¿por qué no hay jóvenes en las iglesias?, ¿cómo podemos atraerlos?
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Por principio de cuentas que ya no son “nuestros”. Ya podemos considerarlos en el renglón de los alejados. Ya son campo urgente de misión.
Podemos echarle la culpa a muchas cosas: desintegración familiar, mal ejemplo de la familia en la vida cristiana, iniciación temprana en la droga, alcohol y sexo, desorientación sembrada en las escuelas, indolencia de esta generación juvenil… ¡tantas causas!
Pero hay excepciones. Hay sacerdotes a los que Dios les ha dado un especial “pegue” con los jóvenes y éstos los siguen como las moscas a la miel. Son líderes juveniles que fácilmente entusiasman y conducen, hasta que…
Hasta que los cambian de parroquia y todo el movimiento juvenil desaparece como por arte de magia. El nuevo sacerdote no fue capaz de mantener un trabajo para el que él no tiene carisma y los jóvenes no alcanzaron a comprender que son de Cristo y no de Apolo o de Pablo.
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Cuentan que en algún país del primer mundo la conductora de un programa de noticias se iba desnudando paulatinamente a lo largo de su tiempo para captar la atención de su teleauditorio. ¡Lo que se hace por la fama y el dinero!
Indudablemente ese programa vio aumentado su “rating” con tal medio de llamar la atención.
Pues algunos sacerdotes hacen circo, maroma y teatro para atraer a los jóvenes. Hacen de la celebración de la Misa un show al que sólo le falta una conductora nudista.
Resultado: acostumbran a los jóvenes a “su misa”, de tal manera que ya no irán a ninguna otra iglesia donde no haya show y que, cuando él se vaya, dejarán definitivamente de ir a Misa.
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No podemos darles más que a Cristo, ¡y a éste crucificado!
Seamos honestos. No demos gato por liebre. No disfracemos a Cristo de guerrillero, de gurú, de mago de los sueños.
Aprendamos más bien a mostrar el verdadero rostro de Cristo a unos jóvenes que buscan un sentido para su vida. Ellos necesitan y exigen una espiritualidad, pero, ¿cómo podemos darla si nosotros mismos no la tenemos?
Si los jóvenes, unos pocos, van a nuestras iglesia es porque buscan aprender a orar, porque buscan respuestas para su vida, porque buscan la amistad cristiana que no encuentran en su ambiente.
La comunidad parroquial, con su sacerdote al frente, debemos esforzarnos por dar a los elementos jóvenes de la colonia un lugar de encuentro sano, creativo, en donde puedan ejercer su responsabilidad e iniciativa.
Ellos son los mejores líderes juveniles y saben bien qué les falta a sus hermanos de la misma edad.
Si van a la Iglesia, buscan a Cristo. Démoslo.
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