¿Debemos tener miedo a que haya un temblor el 19 de septiembre? Foto: DLF
Conforme se acerca el 19 de septiembre, entre un gran número de personas, principalmente de la Ciudad de México, se genera un estado de aprehensión e incluso de temor porque consideran que en esa fecha se presentará un nuevo temblor, similar a los ocurridos en 1985, 2017 y 2022.
En entrevista con Desde la fe, monseñor Ángel L. Lorente, Vicario Episcopal de Laicos en el Mundo de la Arquidiócesis Primada de México, aseguró que, si bien es cierto que el miedo forma parte de la condición humana, no es justificable tener miedo de que este 19 de septiembre ocurra un nuevo sismo, ya que estaría cayendo una especie de superstición.
En este tenor, monseñor Lorente subrayó que ni Dios ni ninguna causa sobrenatural son las causantes de un temblor, además de que precisó que en el caso de la Ciudad de México, ésta se encuentra ubicada en una zona sísmica, por lo que debemos estar preparados en todo momento y en el caso de los católicos a rezar para pedir a Dios que nos proteja de todo mal.
Dividiría la respuesta en los dos temas que emanan de la pregunta.
Primero está el miedo, que no sólo está justificado, sino que es un mecanismo psicosomático de autodefensa ante un posible peligro.
En segundo lugar, está la circunstancia de tu postulado: “un sismo, y en un día concreto”.
Aquí hay que detenerse un poco más. El miedo es una condición natural de la persona, como hemos dicho, pero ante un posible peligro. El riesgo a que suceda un sismo en la Ciudad de México, o en alguna zona de la República, es obvio, pero no es predecible… Por tanto atribuirlo a una fecha concreta, supondría caer en una especie de superstición.
Si bien es cierto que el miedo por sí anula en ocasiones la facultad del raciocinio, no es el caso en el largo plazo, por lo que no es justificable para un católico, ni para nadie, según el argumento cuestionado.
Ya aclaré que el miedo es una reacción natural, pero ante un peligro evidente y próximo. Jesús conocía de la traición, la condena y la ejecución inminentes, y lo experimenta en su débil naturaleza humana, como cualquier otro.
Distinto sería caer en el predestinismo, de que un evento tiene que suceder en un momento y circunstancias concretas, como es el caso del sismo del 19 de Septiembre. El sismo sabemos que va a pasar, no uno, muchos, pero no podemos aventurar cuándo sucederá. Por tanto se trata de prevenir lo inevitable, pero no vivir espantados de por vida.
Es una falta contra la virtud de la religión, que atenta contra el primer mandamiento de la ley de Dios. Así lo describe el Magisterio de la Iglesia, y lo precisa y explica el Catecismo.
Pero más allá de la teoría, que todos pueden consultar, vamos al hecho de que la superstición es una creencia contraria a la razón y a la religión, y que atribuye una explicación mágica o sobrenatural al origen de los fenómenos, sin ninguna prueba o evidencia científica.
En ningún caso. Pero aprovecho para citar aquí a Matt Ridley (escritor científico británico y que fuera miembro de la Cámara de los Lores) que afirma: “Me preocupa la superstición, pero lo que más me preocupa es la gente que hace que otros se preocupen por cosas incorrectas, la gente que aprovecha la superstición y el pánico humanos para hacer cosas estúpidas”.
Nos debemos de preocupar y ocupar de estas personas y ayudarles a superar sus miedos, pero nunca burlarnos o criticarlos por ello. La actitud cristiana y humana correcta, es la de corregir, no la de condenar. Menos burlarse del mal ajeno.
Comprensión y acompañamiento. Hay personas que han sufrido mucho, y arrastran experiencias traumáticas de sismos anteriores, y tenemos que hacer todo lo posible por ayudarles. Parte de esa ayuda es hacerles ver la realidad tal cual es. Desde la razón iluminada por la fe.
Resumiendo: Ni Dios, ni ninguna otra causa sobrenatural, está en el origen de un sismo. No hay razón alguna para predecir o suponer que éste deba suceder en un día o fecha concretos. De pensar así estaríamos cayendo en la superstición.
Hay que estar siempre preparados y todos sabemos que vivimos en zona sísmica y volcánica, por lo que lo lógico es que los sismos sucedan, lo extraordinario sería que no. Oremos mucho, porque si bien Dios no provoca el mal, sí puede evitarlo, pero requiere del poder de una oración auténtica. Recordemos con San Agustín: “la oración es fuerza del hombre y debilidad de Dios”. Pidamos la intercesión de la Madre que siempre está con nosotros en este lugar, nuestra Virgen de Guadalupe, que nos cubra con su manto y nos libre de todo mal.
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