El origen del pecado, en opinión del padre Francisco Crisanto, director de la Fundación San Felipe de Jesús I.A.P., no es otro que el de la naturaleza humana. “Somos frágiles ante nuestras debilidades, que se pueden ubicar en tres grupos: poder, placer y tener, en el último de los cuales se encuentra la avaricia, uno de los 7 pecados capitales, y que consiste en un deseo desordenado de poseer bienes”.
El avaro –dice– halla placer en acumular riquezas. “Pero en el fondo lo que tiene es miedo a quedarse sin cosas para cuando las necesite; quiere asegurar su bienestar para no depender de nada ni de nadie. Es decir, tiene un impulso contrario a la fe”.
Explica que hay avaros extremos, quienes por no gastar dejan hasta de comer, y al final les pasa lo que al rey Midas: se quedan sin disfrutar de la vida porque no tienen más que oro.
“Para transformar eso, deben empezar por dar algo de lo que tienen a quien lo necesita, con la actitud generosa de ‘dar hasta que duela’, como decía la Madre Teresa, y entender que la única seguridad que podrán tener en esta vida es la misericordia de Dios”.
Para el padre Crisanto la avaricia, como uno de los 7 pecados capitales, no sólo está relacionada con lo material.
“Podemos ser mezquinos con nuestro tiempo, compañía, escucha y otras cosas. Como decía Miguel de Unamuno: ‘Es detestable esa avaricia espiritual de los que, sabiendo algo, no procuran la trasmisión de esos conocimientos”.
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