Los padre son los responsable de educar, y en ellos está el que no entren más armas en las escuelas.
¿Qué sucede en el interior de un niño que lleva armas a la escuela y dispara contra sus compañeros y profesores, para después quitarse la vida?
Quizá nunca conozcamos con exactitud qué motivó al pequeño que abrió fuego en su escuela de Torreón, pero, ¿podemos hacer algo para evitar que ocurran situaciones así?
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En entrevista, Cecilia Elizondo López, pedagoga con maestría en Educación Familiar y Terapia Familiar, aseguró que “cuando un niño hace lo que hizo él, salen muchas dudas sobre su estabilidad afectiva y emocional, sobre su salud mental y su situación familiar”.
“¿Qué tanto apoyo recibió?, ¿qué tan funcional era esa familia?, ¿qué tan sana? Que un niño reaccione con violencia suele ocurrir cuando afectivas, depresión, soledad o algún mal funcionamiento mental”.
Elizondo López explicó que la violencia es una reacción de un niño o un adolescente ante un problema que no es capaz de comprender; es como una manera de rebelarse.
El amor y la labor de la familia es elemental en estos casos; que los padres conozcan a los jóvenes, estén cerca de ellos durante todo su desarrollo, se hagan cargo de su formación y establezcan lazos familiares sanos.
“Tenemos que estar presentes en sus vidas, saber sobre sus conductas y comportamientos; fomentar la convivencia familiar, la supervisión de las compañías y amigos, lo que ven en la televisión; fomentar el control del internet y los celulares”. La supervisión debe ser natural, en la convivencia diaria con ellos, de esa forma “cuando hay una anomalía es mucho más fácil detectarla”.
Aunque parezca una obviedad, los niños no deben tener ningún tipo de acceso a las armas.
“Una actitud y una acción responsable por parte de los padres es no tener armas. Y si se tienen, no dejarlas a la mano de los niños, tenerlas siempre bajo llave y, en la medida de lo posible, desactivadas”.
“Pero lo más importante –acota-, tanto en el ambiente familiar como escolar, es el compromiso, la responsabilidad y el amor de padres y educadores para realizar la vocación trascendente de formar a los hijos y/o alumnos”.
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