San Gregorio VII nació en el año 1020, en el seno de una familia humilde en Soano de Toscana, pero un tío suyo que era abad del monasterio de Santa María en el Aventino, se hizo cargo de su educación, y luego, en busca de la ilustración recorrió varios planteles de Francia, Alemania y Roma; luego se hizo monje.
Su convento pertenecía a la Orden de San Benito y allí permaneció varios años hasta que, en 1045, Gregorio VI lo mandó llamar para que fuera su secretario privado, e incluso, acompañó al Papa en su destierro en Colonia, Alemania en 1046. Cuando el Pontífice falleció, San Gregorio regresó al monasterio de Cluny.
En el año 1049, nuevamente fue llamado para estar cerca del Santo Padre, esta vez, sirvió a León IX, quien lo designó como Legado Pontificio, lo que le permitió conocer las altas esferas sociales y políticas de Europa. Además, el Papa lo nombró abad de la Basílica de San Pablo Extramuros, en Roma.
En 1059, el Papa Nicolás II lo creó cardenal archidiácono y administrador de los bienes de la Iglesia, y desde esta alta responsabilidad asistió a los Concilios de Lyon y de Tours en Francia. San Gregorio VII trabajó de manera cercana para cinco papas, lo que le fue capacitando para luego convertirse en cabeza de la Iglesia.
A la muerte de Alejandro II, él recibió el Orden Sacerdotal el 22 de mayo de 1073, y luego lo designaron como obispo el 29 de junio de 1073; finalmente lo declararon Papa por aclamación el 22 de abril de 1073, y dejó de llamarse Hidelbrando di Soana, que es el nombre con el que fue bautizado, para adoptar el de Gregorio VII. En esos momentos tenía 53 años de edad.
Con gran firmeza luchó contra la simonía pues, varias familias influyentes y poderosas en Italia y Europa metían mano en la elección de los Papas, al punto de que Enrique IV de Alemania quiso eliminar al pontífice por su empeño de querer limpiar esa irregularidad, pero sus planes fracasaron y, Gregorio VII reunió un Concilio que excomulgó al monarca privándolo de su trono, aunque él hizo varios intentos fallidos por atacar Roma.
San Gregorio falleció el 25 de mayo de 1085, y sus restos reposan en la Catedral de San Mateo, en Salerno. Bajo su gobierno pastoral se fundó la Orden de los monjes Cartujos.
Él fue beatificado en Roma en 1584 por Gregorio XIII, y lo canonizó el Papa Benedicto XIII en 1726.
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