San Diego de Alcalá.
Cuando San Juan Diego Cuauhtloatoatzin, el vidente del Tepeyac, fue bautizado por Motolinia, su segundo nombre posiblemente se lo dieron a inspiración del religioso franciscano Diego de Alcalá, y aunque por aquellas fechas éste aún no había sido beatificado, fue un fraile ejemplar del cual se sentían orgullosos en España todos los de su Orden.
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Diego nació hacia el año 1400 en San Nicolás del Puerto, Sevilla, en el seno de una familia modesta.
De joven se volvió ermitaño de la capilla de San Nicolás de Bari en su pueblo natal, donde vivía un primo suyo, del cual aprendió el arte de la oración, la meditación y, en especial, el amor por Jesús crucificado.
Se dedicó a las labores manuales y a recolectar leña. Con lo poco que ganaba, ayudaba a los demás desfavorecidos. Debido a su gran generosidad, la gente le llevaba numerosas limosnas para repartir a los más necesitados.
En una ocasión, leyó la vida de San Francisco de Asís, entusiasmándose por su modo de vivir, y sintiéndose reconocido con él debido a la popularidad que ambos gozaban y no les permitía vivir en soledad y recogimiento.
Fue así como se animó a pedir que lo admitieran como religioso y entró en la orden como hermano lego: se dedicaba a los oficios de jardinero, portero, enfermero y cocinero en los conventos de su orden en Arrizapa.
Diego había hecho muy pocos estudios, pero era un iluminado y lo demostraba cuando lo cuestionaban sobre temas espirituales; y por muy difíciles que fueran las preguntas, daba unas respuestas que provocaban la admiración de todos.
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Posteriormente, lo enviaron de misión a las Islas Canarias, donde logró la conversión de muchos paganos y prohibió a los colonos que esclavizaran a los nativos.
Sus superiores hicieron una excepción a la regla, pues lo nombraron superior de la comunidad, siendo un simple lego. En esta encomienda realizó un excelente trabajo.
En 1449 realizó un viaje de España hasta Roma a pie para asistir a la canonización de San Bernardino de Siena. Una epidemia de peste se desató en la ciudad y San Diego fue enviado como enfermero al convento de Aracoeli, y muchos de los enfermos sanaron. Cuando lo cuestionaban, el respondía: “hay que creer que Dios es más poderoso que todos los médicos y boticarios de Roma juntos”.
También fue uno de los grandes taumaturgos españoles, al punto de que una pintura de Murillo lo muestra elevado de la tierra en éxtasis en su cocina, mientras varios ángeles preparan la comida para los integrantes de su comunidad.
Fray Diego falleció en Alcalá de Henares, en Andalucía, el 12 de noviembre de 1463, y fue canonizado el 10 de julio de 1588 por el Papa Sixto V. Sus restos reposan en la Catedral de los Santos Niños Justo y Pastor de Alcalá de Henares.
Se habla de que Dios realizó varios milagros por su conducto, como cuando a 100 años de su muerte, don Carlos, el hijo de Felipe II, se había fracturado la cabeza al caer de un caballo, y el monarca acudió a la ciudad de Alcalá e hizo abrir la tumba donde se encontraba en santo cuyo cuerpo estaba incorrupto. Se le puso en el rostro un pañuelo de seda que luego se le puso sobre la cabeza del príncipe y poco después inexplicablemente sanó. A petición del rey Felipe II, el Papa en Roma estudió su causa y le dio un sitio en los altares en 1588.
A él se le representa con hábitos de franciscano cuidando enfermos, con un crucifijo y con rosas.
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