Al presidir en la Basílica de San Pedro la Vigilia Pascual en la noche santa de la Resurrección, el Papa Francisco llamó a levantar los ojos a Jesús resucitado “para sacar esperanza de los escombros del fracaso”.
Ante unos seis mil fieles que participaron de la celebración, el Santo Padre explicó que la vista de las mujeres que fueron al sepulcro a la luz del amanecer del día domingo estaba nublada por las lágrimas, se encontraban inmovilizadas por el dolor, encerradas en la sensación de que se había terminado todo, y que el acontecimiento de Jesús había sido sellado con una piedra.
El Sucesor de Pedro advirtió que esto también nos puede suceder a nosotros, puesto que “a veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras, bloqueando el camino hacia la alegría y la esperanza”.
Estos “escollos de la muerte” -dijo- los encontramos a lo largo del camino, en todas las experiencias y situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante, como “los sufrimientos que nos asaltan y en la muerte de nuestros seres queridos”, “en los fracasos y en los miedos que nos impiden realizar el bien que deseamos”, “en todas las cerrazones que frenan nuestros impulsos de generosidad y no nos permiten abrirnos al amor”.
Además -continuó- se manifiestan “en los muros del egoísmo y de la indiferencia” y “en todos los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra”.
“Cuando experimentamos estas desilusiones -prosiguió el Pontífice- tenemos la sensación de que muchos sueños están destinados a hacerse añicos y también nosotros nos preguntamos angustiados: ¿quién nos correrá la piedra del sepulcro?”.
Cuando esto ocurre -prosiguió el Papa- es necesario mirar a Jesús Resucitado:
“Él, después de haber asumido nuestra humanidad, bajó a los abismos de la muerte y los atravesó con la potencia de su vida divina, abriendo una brecha infinita de luz para cada uno de nosotros. Resucitado por el Padre en su carne, que también es la nuestra con la fuerza del Espíritu Santo, abrió una página nueva para la humanidad”.
Desde aquel momento -continuó- “si nos dejamos llevar de la mano por Jesús, ninguna experiencia de fracaso o de dolor, por más que nos hiera, puede tener la última palabra sobre el sentido y el destino de nuestra vida. Desde aquel momento, si nos dejamos aferrar por el Resucitado, ninguna derrota, ningún sufrimiento, ninguna muerte podrá detener nuestro camino hacia la plenitud de la vida”.
Concluyó:
“Es la Pascua de Cristo, la fuerza de Dios, la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimiento de la esperanza entre los escombros del fracaso. Es el Señor, Dios de lo imposible que, para siempre, hizo correr la piedra y comenzó a abrir nuestros sepulcros, para que la esperanza no tenga fin. Hacia Él, entonces, también nosotros debemos mirar”.
“Hermana, hermano, ¡deja que tu corazón estalle de júbilo en esta noche santa! Cantemos juntos la resurrección de Jesús”, exclamó el Pontífice.
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