En su catequesis de este miércoles, el Papa Francisco inició con una pregunta: ¿Cuál es, según la Carta a los Gálatas, el papel de la Ley? y posteriormente agregó dos preguntas sobre los Mandamientos: ¿Cómo vivo yo? ¿En el miedo de que si no hago esto iré al infierno?
San Pablo, enamorado de Jesucristo y que había entendido bien qué era la salvación, nos ha enseñado que los ‘hijos de la Promesa’ (Gal 4,28) – es decir todos nosotros, justificados por Jesucristo-, no están bajo el vínculo de la Ley (o los mandamientos), sino llamados al estilo de vida arduo en la libertad del Evangelio, aseguró el Santo Padre.
El Papa Francisco explicó a los reunidos en la Audiencia General de este miércoles en el Vaticano que a partir de la fe en Cristo hay un “antes” y un “después” respecto a la misma Ley.
“Los Mandamientos están, pero hay una actitud antes de la venida de Jesús y después. La historia precedente está determinada por el estar “bajo la Ley”. Y quien iba bajo el camino de la Ley se salvaba, era justificado; la sucesiva – después de la venida de Jesús – va vivida siguiendo al Espíritu Santo (cfr Gal 5,25)”.
Cuando se está ‘bajo la ley’ se está como un esclavo, vigilado, cerrado.
Siguiendo con sus ideas de su catequesis anterior, el Papa Francisco aseguró que los Mandamientos son una especie de pedagogos que nos llevan a Jesús. Y la concepción sobre las razones para seguirlos ha cambiado, así como la de los propios maestros en la sociedad.
“En el sistema escolar de la antigüedad el pedagogo no tenía la función que hoy nosotros le atribuimos, es decir la de sostener la educación de un chico o una chica (…) El pedagogo al que se refiere Pablo, no era el profesor, sino el que acompañaba a la escuela, vigilaba al chico y lo llevaba a casa”.
En la moderna educación los maestros también nos guían hasta la adultez, pero después de ello cada persona asume las propias responsabilidades de su vida.
“La convicción del apóstol es que la Ley posee ciertamente su propia función positiva – por tanto como pedagogo en el llevar adelante -, pero es una función limitada en el tiempo. No se puede extender su duración más allá de toda medida, porque está unida a la maduración de las personas y a su elección de libertad. Una vez que se alcanza la fe, la Ley agota su valor propedéutico y debe ceder el paso a otra autoridad”.
“¿Esto qué quiere decir? Que terminada la Ley nosotros podemos decir: “¿Creemos en Jesucristo y hacemos lo que queremos?” ¡No! Los Mandamientos están, pero no nos justifican. Lo que nos justifica es Jesucristo”.
“Los Mandamientos se deben observar, pero no nos dan la justicia; está la gratuidad de Jesucristo, el encuentro con Jesucristo que nos justifica gratuitamente. El mérito de la fe es recibir a Jesús. El único mérito: abrir el corazón. ¿Y qué hacemos con los Mandamientos? Debemos observarles, pero como ayuda al encuentro con Jesucristo”.
El Papa Francisco invitó a los fieles a hacerse una sería de preguntas: ¿Cómo vivo yo? ¿En el miedo de que si no hago esto iré al infierno? ¿O vivo también con esa esperanza, con esa alegría de la gratuidad de la salvación en Jesucristo? Es una bonita pregunta.
Y también la segunda: ¿desprecio los Mandamientos? No. Los observo, pero no como absolutos, porque sé que lo que me justifica es Jesucristo.
El Santo Padre concluyó su catequesis recordando que Jesús nos ha librado del pecado y de la muerte con su Muerte y resurrección.
“La Ley puede dejar paso a la libertad de los hijos de Dios, pues ya no estamos sometidos a ella. Sin embargo, esto implica un estilo de vida comprometido, en el que nos hacemos conscientes de la gracia de ser hijos de Dios, para vivir en el amor de forma adulta, es decir, la Ley ya no es absoluta sino que los Mandamientos nos ayudan, pero para vivir en la libertad, vivir en el Espíritu Santo”.
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