“La pequeñez es el camino que Dios eligió para llegar a nosotros, para tocarnos el corazón, para salvarnos y reconducirnos hacia lo que es realmente importante”, aseguró el Papa Francisco este 24 de diciembre, durante la celebración de la Solemnidad de la Natividad de Jesús.
En su homilía, el Santo Padre recordó que Dios se hizo pequeño por cada uno de nosotros, y nos hace ver que nosotros no debemos buscar la grandeza en el mundo.
“Pero, ¿qué quiere decir, concretamente, acoger la pequeñez? En primer lugar, creer que Dios quiere venir en las pequeñas cosas de nuestra vida, quiere habitar las realidades cotidianas, los gestos sencillos que realizamos en casa, en la familia, en la escuela, en el trabajo”.
“Quiere realizar, en nuestra vida ordinaria, cosas extraordinarias. Es un mensaje de gran esperanza: Jesús nos invita a valorar y redescubrir las pequeñas cosas de la vida. Si Él está ahí con nosotros, ¿qué nos falta? Entonces, dejemos atrás los lamentos por la grandeza que no tenemos. Renunciemos a las quejas y a las caras largas, a la ambición que deja insatisfechos”.
“Dios no cabalga en la grandeza, sino que desciende en la pequeñez. Esto es lo que podemos pedir a Jesús para Navidad: la gracia de la pequeñez. Señor, enséñanos a amar la pequeñez. Ayúdanos a comprender que es el camino para la verdadera grandeza”.
El Papa Francisco aseguró que en los momentos difíciles Dios siempre está con nosotros.
“Hermana, hermano, si como en Belén, la oscuridad de la noche te rodea, si adviertes a tu alrededor una fría indiferencia, si las heridas que llevas dentro te gritan: ‘Cuentas poco, no vales nada, nunca serás amado como anhelas’, esta noche Dios responde”.
“Esta noche te dice: ‘Te amo tal como eres. Tu pequeñez no me asusta, tus fragilidades no me inquietan. Me hice pequeño por ti. Para ser tu Dios me convertí en tu hermano’”.
Por último, el Papa aseguró que la pequeñez de Jesús nos debe mostrar a todos, el camino para una iglesia sinodal.
“Contemplemos a los magos que peregrinan y como Iglesia sinodal, en camino, vayamos a Belén, donde Dios está en el hombre y el hombre en Dios; donde el Señor está al centro y es adorado; donde los últimos ocupan el lugar más cercano a Él; donde los pastores y los magos están juntos en una fraternidad más fuerte que cualquier clasificación”.
“Que Dios nos conceda ser una Iglesia adoradora, pobre y fraterna. Esto es lo esencial. Volvamos a Belén”.
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