Al recibir en audiencia a un grupo de expertos comprometidos con la causa ecológica que colaboran con la Conferencia Episcopal de Francia, este 3 de septiembre el Papa Francisco los exhortó a trabajar de manera interconectada, en tanto que los habitantes del planeta estamos vinculados unos a otros, insertos en un mundo cuyo devenir compartimos.
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“Somos parte de una única familia humana, llamada a vivir en una casa común, donde vemos juntos una inquietante degradación”, señaló.
A cinco años de Laudato Si, publicada en mayo de 2015, su encíclica sobre el medio ambiente, el Papa Francisco señaló que es gratificante que la toma de conciencia sobre la urgencia de cuidar el medio ambiente se perciba ahora por todas partes, que la ecología impregne cada vez más las formas de pensar a todos los niveles, y que empiece a influir en las opciones políticas y económicas.
Asimismo, expresó que la Iglesia Católica desea participar plenamente en el compromiso de la protección de la casa común, actuando “concretamente donde sea posible; y sobre todo, quiere formar conciencias para fomentar una conversión ecológica profunda y duradera”.
Señaló que la indiferencia, el egoísmo, la codicia y la pretensión del ser humano de ser amo y déspota del mundo, es lo que ha llevado a los seres humanos a destruir las especias y a saquear los recursos naturales. “Así como a explotar la miseria, a abusar del trabajo de las mujeres y niños, a derogar la leyes de la célula familiar, a no respetar ya el derecho a la vida humana desde la concepción hasta el fin natural.”
En este sentido, dijo que no puede haber una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano, y es mediante la curación del corazón humano que se puede esperar curar al mundo de su malestar social y ambiental.
“La Biblia nos enseña -dijo el Papa Francisco- que el mundo no nació del caos o del azar, sino de una decisión de Dios, que lo llamó y lo llama siempre a la existencia por amor”. Agregó que, por tal razón, el cristiano debe respetar el trabajo que el Padre le ha confiado, como un jardín para cultivar, proteger y hacer crecer según sus posibilidades; y que la ciencia y la fe, que proponen enfoques distintos de la realidad, pueden desarrollar un diálogo intenso y fructífero.
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