Este jueves 21 de noviembre, el Papa Francisco presidió la celebración eucarística en el National Stadium de Bangkok, en torno a las seis de la tarde hora local, en el marco de su viaje apostólico a Tailandia.
Durante su homilía, Francisco recordó la respuesta de Jesús a la pregunta “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”: “Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,50)”.
El Papa resaltó cómo que el Evangelio está lleno de preguntas que pretenden invitar a los discípulos “a ponerse en camino, para que descubran esa verdad capaz de dar y generar vida; y que buscan “abrir el corazón y el horizonte al encuentro de una novedad mucho más hermosa de lo que pueden imaginar”.
Así les ocurrió a los primeros misioneros que llegaron a Tailandia, que al escuchar estas preguntas del Señor, “impulsados por la fuerza del Espíritu, y cargados sus bolsos con la esperanza que nace de la buena noticia del Evangelio se pusieron en camino para encontrar a los miembros de esa familia suya que todavía no conocían”, indicó el Pontífice.
Sin ese encuentro de los misioneros con Jesús “al cristianismo le hubiese faltado vuestro rostro; le hubiesen faltado los cantos, los bailes, que configuran la sonrisa thai tan particular de estas tierras”, expresó. Y apuntó que “el discípulo misionero no es un mercenario de la fe ni un generador de prosélitos, sino un mendicante que reconoce que le faltan sus hermanos, hermanas y madres, con quienes celebrar y festejar el don irrevocable de la reconciliación que Jesús nos regala a todos”.
Asimismo, el Obispo de Roma remarcó que “el banquete está preparado, salgan a buscar a todos los que encuentren por el camino”, describiendo que este envío del Señor, “es fuente de alegría, gratitud y felicidad plena”, “el manantial de la acción evangelizadora”.
Después, el Santo Padre se refirió a la celebración de los 350 años de la creación del Vicariato Apostólico de Siam (1669-2019) en este país. Un aniversario “que nos ayuda a salir alegremente a compartir la vida nueva, que viene del Evangelio, con todos los miembros de nuestra familia que aún no conocemos”.
Dedicando un pensamiento a las personas expuestas a la trata y a la prostitución, a los jóvenes inmersos en las drogas, a los migrantes y a todos los olvidados, el Papa Francisco describió que “ellos son parte de nuestra familia, son nuestras madres y nuestros hermanos, no le privemos a nuestras comunidades de sus rostros, de sus llagas, de sus sonrisas y de sus vidas; y no le privemos a sus llagas y a sus heridas de la unción misericordiosa del amor de Dios”.
Con información de Zenit y Vatican News
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