El Papa Francisco publicó su mensaje con motivo de la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo 11 de febrero, y en la que llamó a los médicos y al personal sanitario a decir no a la eutanasia y al suicidio asistido, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad sea irreversible.
“En la experiencia del límite y del posible fracaso de la ciencia médica frente a casos clínicos cada vez más problemáticos y a diagnósticos infaustos, están llamados a abrirse a la dimensión trascendente, que puede darles el sentido pleno de su profesión”.
“Recordemos que la vida es sagrada y pertenece a Dios, por lo tanto, es inviolable y no se puede disponer de ella. La vida debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que surge hasta que termina: lo requieren simultáneamente tanto la razón como la fe en Dios, autor de la vida”.
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En su mensaje que lleva el tema “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”, el Papa Francisco habló también de la objeción de conciencia como una elección necesaria para ser coherentes con el “sí” a la vida y a la persona, frente a la salida fácil de la eutanasia.
“En cualquier caso, su profesionalidad, animada por la caridad cristiana, será el mejor servicio al verdadero derecho humano, el derecho a la vida. Aunque a veces no puedan curar al enfermo, sí que pueden siempre cuidar de él con gestos y procedimientos que le den alivio y consuelo”.
El Papa también les pidió atender a los enfermos y heridos siempre con tono humano.
“Cada intervención de diagnóstico, preventiva, terapéutica, de investigación, cada tratamiento o rehabilitación se dirige a la persona enferma, donde el sustantivo ‘persona’ siempre está antes del adjetivo ‘enferma’”, escribió.
El Papa también se dirigió a los enfermos, a quienes que recordó que en Jesucristo encontrarán la fuerza para afrontar las inquietudes y preguntas que surgen “en esta noche del cuerpo y el espíritu”.
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“Cristo no nos ha dado recetas, sino que con su pasión, muerte y resurrección nos libera de la opresión del mal”.
A los enfermos, a aquellos que sienten angustia por su situación de fragilidad, dolor y debilidad, que Jesús no les impone leyes, “sino que ofrece su misericordia, es decir, su persona salvadora”.
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