En el quinto día de su “peregrinación penitencial” en Canadá, el Papa Francisco celebró una Misa por la “reconciliación” en la Basílica de Santa Ana de Beaupré, junto al Río San Lorenzo, a unos 30 kilómetros en la ciudad de Quebec.
En una de las celebraciones más importantes de su 37º viajes apostólico, y tomando como base el pasaje de los discípulos de Emaús del Evangelio de San Lucas, el Santo Padre aseguró que en muchos momentos de la vida los cristianos suelen perder la esperanza, y preguntarse: “¿qué ha pasado?, ¿por qué ha sucedido?, ¿cómo ha podido ocurrir?”.
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Estas son preguntas –dijo el Papa- que resuenan en el corazón de la Iglesia que peregrina en Canadá, en este arduo camino de sanación y reconciliación que se está realizando.
Y continuó: “también nosotros, ante el escándalo del mal y ante el Cuerpo de Cristo herido en la carne de nuestros hermanos indígenas, nos hemos sumergido en la amargura y sentimos el peso de la caída”.
Por esta razón, el Papa Francisco pidió permiso para unirse espiritualmente a la multitud de peregrinos canadienses que suben la “Scala Santa” –término que evoca la subida de Jesús al pretorio de Pilatos– “para acompañarlos como Iglesia en estas preguntas que nacen del corazón lleno de dolor: ‘¿Por qué sucedió todo esto?, ¿cómo pudo ocurrir algo así en la comunidad de los seguidores de Jesús?’”
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En este contexto de sanación y reconciliación, el Pontífice pidió a los canadienses no caer en la tentación de huir, “de escapar del lugar donde ocurrieron los hechos”, sino afrontarlos. “Es una tentación del enemigo, que amenaza nuestro camino espiritual y el camino de la Iglesia; nos quiere hacer creer que la derrota es definitiva (…) de que no hay nada que hacer y que, por tanto, no merece la pena encontrar un camino para volver a empezar”.
Recordó que es justamente en las situaciones de desengaño y de dolor, cuando se experimenta la violencia del mal y la vergüenza de la culpa, “cuando el Señor sale a nuestro encuentro y camina con nosotros”, para iluminar la historia y los acontecimientos vividos.
“Hermanos y hermanas, el Señor quiere también hacer lo mismo con cada uno de nosotros y con su Iglesia (…) ¿Qué hacer mientras deseamos recuperarnos de nuestras decepciones y cansancios, mientras esperamos sanarnos de las heridas del pasado y reconciliarnos con Dios y entre nosotros? Sólo hay un camino, una sola vía, es la vía de Jesús, ese camino que es Jesús mismo”.
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Al final de la celebración, el cardenal Gérald Cyprien Lacroix, arzobispo primado de Quebec, agradeció al Papa que, al igual que Jesús en Emaús, haya decidido acompañar al pueblo canadiense en este camino de la sanación y la reconciliación.
Y aseguró que mucha gente en ese país agradece su cercanía: “los aquí reunidos y los que le acompañan en su peregrinación a suelo canadiense, en particular”, pero sobre todo, los hermanos y hermanas de las Primeras Naciones, los Metis y los Inuit, agradecen “su profunda y sincera preocupación” que “proporciona un bálsamo curativo para heridas profundas y un impulso necesario en el proceso de reconciliación tan beneficioso para la paz”.
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