“Un plan para resucitar”, es el título de un texto que el Papa Francisco escribió para la revista Vida Nueva, en el que, a partir de la alegría a la que invitó a María Magdalena y a la otra María en la primera palabra que mencionó como Resucitado: “Alégrense”, llama a la humanidad a “contagiarse” de la civilización del amor que Él ha establecido. Y en este sentido, el Santo Padre nos llama a todos a contagiarnos también de los anticuerpos de la justicia, la caridad y la solidaridad, frente a esta pandemia que hoy aflige al mundo.
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Francisco señala que así como las primeras discípulas que se dirigían al sepulcro preguntándose quién podría recorrer la piedra poder llegar adonde el cuerpo del Señor, así hoy muchos nos estaremos preguntando cómo haremos para salir delante de esta peste mundial que ha rebasado a la humanidad, misma que hace que de pronto la desgracia parezca presentarse como la última palabra.
“Sin embargo -señala el Papa Francisco-, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente las dudas, el sufrimiento, la perplejidad, el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor”.
En este sentido, señala que también hoy muchos habitantes del mundo han sido capaces de responder, con esfuerzo y sacrificio, al llamado al aislamiento, o bien, al acompañamiento, apoyo y cuidados médicos a quienes padecen la enfermedad, para que su situación sea menos dolorosa. “Vivimos la unción derramada por médicos, enfermeros, enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma en la situación”.
Asegura que hoy, como a las mujeres del Evangelio, también a nosotros se nos invita a dejarnos transformar por el anuncio de la resurrección del Señor, que, con su novedad, puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad en esta tierra “desolada”, en el que Él se empeña en regenerar la belleza y hacer renacer la esperanza, porque está siempre junto a su pueblo, especialmente cuando el dolor se hace más presente.
Señala que en este tiempo, nos hemos dado cuenta de la importancia de unirnos como familia humana en la búsqueda de soluciones, pues una pandemia como el COVID-19 sólo puede ser derrotada con los anticuerpos de la solidaridad y el servicio a los demás. “No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar: “dónde está tu hermano? Y en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese reservado de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados”.
El Papa Francisco hoy nos invita a todos a vivir la civilización del amor que establece Jesús, la civilización de la esperanza, contra la angustia y el miedo, contra la tristeza y el desaliento, contra la pasividad y el cansancio; una civilización que se construye cotidianamente, ininterrumpidamente, que supone el esfuerzo comprometido de todos, el esfuerzo de una comprometida comunidad de hermanos.
“En este tiempo de tribulación y luto -finaliza el Papa Francisco-, es mi deseo que, allí donde estés, puedas hacer la experiencia de Jesús, que sale a tu encuentro, te saluda y te dice: ‘Alégrate’. Y que sea ese saludo el que nos movilice a convocar y amplificar la buena nueva del Reino de Dios”.
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