"Debemos pasar de la recopilación de datos al cuidado; y del discurso ambiental a una conversión ecológica que transforme los estilos de vida personales y comunitario", dijo León XIV. Foto Vatican Media.
La conversión ecológica es un cambio profundo de mente, corazón y estilos de vida que nos lleva a relacionarnos de manera nueva con Dios, con los demás y con la creación. No es una moda “verde” ni un apéndice de la pastoral: nace del Evangelio y toca la espiritualidad, la ética y las decisiones concretas que tomamos cada día.
En términos sencillos, es pasar de “usar” la Tierra como un recurso inagotable a reconocerla como casa común y don recibido. Este cambio supone gratitud, responsabilidad y justicia con las personas y con los demás seres vivos.
El concepto “Conversión ecológica” fue acuñado por el Papa Francisco en su Encíclica Laudato si’, escrita en 2015, y respaldado con fuerza por el Papa León XIV, quien nos dice que “solo volviendo al corazón puede darse una verdadera conversión ecológica. Debemos pasar de la recopilación de datos al cuidado; y del discurso ambiental a una conversión ecológica que transforme los estilos de vida personales y comunitarios”.
La conversión ecológica consiste en reconocer que el cuidado de la creación no es solo un asunto ambiental, político o científico.
Se trata, coinciden en señalar los pontífices, de todo un desafío espiritual que exige un cambio profundo en el corazón de las personas, en sus estilos de vida y en sus relaciones con Dios, con los demás y con la naturaleza.
La conversión ecológica surge del mandato de custodiar la creación: “El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín para que lo cultivara y lo cuidara” (Gn 2,15). Por eso, cuidar la casa común no es opcional: es una forma concreta de amar a Dios y al prójimo hoy.
En 2015, el Papa Francisco publicó Laudato Si’, una Encíclica que marcó un antes y un después en la enseñanza social de la Iglesia al presentar el paradigma de la ecología integral, que une justicia social, cuidado de la naturaleza y vida espiritual, y a lo largo de la última década, este mensaje inspiró movimientos, proyectos académicos, políticas públicas y compromisos ciudadanos en todo el mundo.
El Papa Francisco profundizó en esta enseñanza con la publicación de la Exhortación Apostólica Laudate Deum (2023), en la que advirtió que el cambio climático ya no puede ser ignorado y que se requieren acciones urgentes y coordinadas a nivel global para enfrentarlo.
En este sentido, el Papa León XIV ha dicho que el problema ya no es solo técnico ni económico, sino espiritual, por lo que ahora necesitamos una conversión del corazón para alcanzar una pronta solución al problema ecológico que enfrentamos en todo el mundo.
“Además de difundir el mensaje de la Encíclica, ahora es más importante que nunca volver al corazón. En la Escritura, el corazón no es solo el centro de los sentimientos y emociones, sino también el lugar de la libertad”, dice.
“¿Qué debemos hacer ahora para garantizar que el cuidado de nuestra Casa común y la escucha del clamor de la tierra y de los pobres no parezcan meras modas pasajeras o, peor aún, que se perciban como temas divisivos?”, cuestiona el Papa León XIV.
La conversión ecológica, de acuerdo con el Santo Padre, significa pasar de hablar del medio ambiente como si fuera una moda a cambiar los estilos de vida personales y comunitarios, y en el caso de los cristianos esto está ligado directamente a la fe:
“La conversión ecológica implica reconocer que el cuidado de la tierra es inseparable de la justicia para los pobres y del compromiso por la paz”, dice el Papa León XIV.
Tanto el Papa Francisco como el Papa León XIV han subrayado que la Conversión ecológica ofrece una respuesta para impulsar y lograr el cuidado de la Casa común, pero requiere de acciones concretas en distintos niveles:
La conversión ecológica es, en definitiva, una llamada a responder con esperanza y compromiso a este desafío espiritual y global que enfrenta la humanidad, y en razón de ello el Papa León XIV lanza una contundente reflexión:
“Dios nos preguntará (algún día) si hemos cultivado o cuidado el mundo que Él creó, para beneficio de todos y de las generaciones futuras y si hemos cuidado de nuestros hermanos y hermanas. ¿Cuál será nuestra respuesta?”, concluyó el Santo Padre.
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