El Papa Francisco presidió la Santa Misa en la Solemnidad de la Epifanía del Señor, en la que recordamos a los tres Reyes Magos que recorrieron largos caminos para adorar a Jesús.
En su homilía, el Santo Padre aseguró que, como ellos, también nosotros debemos dedicar más tiempo a la adoración, aprendiendo a contemplar al Señor cada vez mejor.
“Pongámonos en la escuela de los magos, para aprender de ellos algunas enseñanzas útiles: como ellos, queremos ponernos de rodillas y adorar al Señor”.
El Papa Francisco destacó tres expresiones que todos podemos aprender para adorar mejor al Señor, que resumimos a continuación:
A la comunidad de Jerusalén, que acababa de volver del exilio y estaba abatida a causa de tantas dificultades, el profeta Isaías les dirige este fuerte llamado: ‘Levanta la vista en torno, mira’.
“Para adorar al Señor es necesario ante todo “levantar la vista”, es decir, no dejarse atrapar por los fantasmas interiores que apagan la esperanza, y no hacer de los problemas y las dificultades el centro de nuestra existencia”.
“Eso no significa que neguemos la realidad, fingiendo o creyendo que todo está bien. No. Se trata más bien de mirar de un modo nuevo los problemas y las angustias, sabiendo que el Señor conoce nuestras situaciones difíciles, escucha atentamente nuestras súplicas y no es indiferente a las lágrimas que derramamos”.
“Antes de poder adorar al Niño nacido en Belén, los magos tuvieron que hacer un largo viaje (…) El viaje implica siempre una trasformación, un cambio. Después del viaje ya no somos como antes”.
“En el que ha realizado un camino siempre hay algo nuevo: sus conocimientos se han ampliado, ha visto personas y cosas nuevas, ha experimentado el fortalecimiento de su voluntad al enfrentar las dificultades y los riesgos del trayecto. No se llega a adorar al Señor sin pasar antes a través de la maduración interior que nos da el ponernos en camino”.
“Los magos, en efecto, adoraron a Aquel que sabían que era el rey de los judíos. Pero, de hecho, ¿qué fue lo que vieron? Vieron a un niño pobre con su madre. Y sin embargo estos sabios, llegados desde países lejanos, supieron trascender aquella escena tan humilde y corriente, reconociendo en aquel Niño la presencia de un soberano”.
“Es decir, fueron capaces de “ver” más allá de la apariencia. Arrodillándose ante el Niño nacido en Belén, expresaron una adoración que era sobre todo interior: abrir los cofres que llevaban como regalo fue signo del ofrecimiento de sus corazones”.
Con información de Vatican.va
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