Después de tanto tiempo, Rocío Gutiérrez, una mujer sin hogar, por fin tuvo un día distinto, lleno de esperanza y alegría: se despertó muy temprano; como de costumbre, recogió del suelo sus pocas pertenencias y caminó apenas unos pasos para colocarse a las puertas de la Parroquia de la Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad, en la Ciudad de México.
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Todos los días del año, Rocío puede vivir tan lejos o tan cerca de la parroquia como ella lo decida, pues su hogar es la calle. Aunque en esta temporada de frío, dormirá dentro del templo, en una de las colchonetas que el padre Benito Torres dispuso al interior de la parroquia para personas sin hogar, como parte de una iniciativa que ya lleva seis años funcionando.
Mientras aguardaba que se abrieran las puertas de la parroquia, Rocío recordaba con los ojos llenos de lágrimas a sus compañeros fallecidos a causa de la pandemia de Covid-19, pero principalmente a su madre, quien falleció hace sólo tres semanas también a consecuencia del virus.
Rocío conoce muy bien el interior de la Parroquia de Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad, pues todos los martes y jueves del año hace uso del comedor comunitario creado por el padre Benito Torres, a quien ella le tiene mucho aprecio, porque con sus acciones le ha mostrado el rostro misericordioso de Jesús.
Como otros de sus compañeros en situación de calle, ingresó a las 9 de la mañana al traspatio de la Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad, donde recibió servicio de corte de cabello y todo lo necesario para tomar una ducha, además de un pantalón de mezclilla y tenis nuevos, que sustituirá por otros que hace tiempo se encontró en un bote de basura.
Hacía mucho que Rocío lloraba de dolor por un golpe y otro de la vida, pues “vivir en la calle es recibir insultos, desprecios, andar con hambre”; pero esta vez sus lágrimas fueron de alegría y agradecimiento a Nuestra Señora de la Soledad, “que siempre nos ayuda y nos da de comer”.
Al inicio de la emergencia sanitaria por covid-19, el padre Benito Torres pensó en cerrar el comedor comunitario de la Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad, porque así lo pedían las autoridades para todos los templos de la Arquidiócesis de México.
Sin embargo, las personas en situación de calle le pidieron que no los abandonara, de manera que decidió mantenerlo abierto, y hasta hoy sigue funcionando.
“Este es el único lugar que estas personas tienen para llenar el estómago durante el día -señaló entonces el padre Benito Torres-; no podemos abandonarlas. Preferimos tomar algunas medidas para no suspender la ayuda y al mismo tiempo tratar de evitar riesgos de contagio de coronavirus”.
Así, el pasado 13 de noviembre, en el marco de la V Jornada Mundial de los Pobres, impulsada por el Papa Francisco, el padre Benito Torres volvió a abrir las puertas de la parroquia a personas sin hogar, a fin de ofrecerles un lugar donde no tengan que pasar frío durante la temporada invernal.
Además, gracias a la ayuda de benefactores, durante esta jornada el padre Benito Torres pudo entregar más de 300 pantalones de mezclilla nuevos y la misma cantidad de zapatos deportivos a personas en situación de indigencia.
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