Este sábado 3 de abril, el Arzobispo de México, Cardenal Carlos Aguiar Retes, presidió en la Basílica de Guadalupe la solemne Vigilia Pascual, que se compone de cuatro momentos fundamentales: Bendición del Fuego, Liturgia de la Palabra, Liturgia Bautismal y Liturgia Eucarística.
La Vigilia Pascual es la más importante, impactante y emotiva de todas las celebraciones de Semana Santa, y en general del cristianismo, ya que se celebra la noche alegre y dichosa en que Cristo venció la muerte y salió glorioso del Santo Sepulcro tras su crucifixión.
En esta celebración se proclaman 7 lecturas del Antiguo Testamento y 2 del Nuevo Testamento, cuyo fin es confirmarnos que Dios cumplió y seguirá cumpliendo todas las promesas que hizo desde el inicio de la creación, comenzando por la Resurrección de Jesús, cuyo sacrificio ha ganado la vida eterna para toda la humanidad.
La Bendición del Fuego representa el fuego nuevo de Cristo y es símbolo de purificación de los corazones de los hombres. En la Liturgia de la Palabra se realizan las lecturas del Antiguo Testamento que narran las maravillas que Dios hizo con su pueblo, y las del Nuevo Testamento que dan cuenta de las maravillas que Cristo hizo por los seres humanos.
En la Liturgia Bautismal los fieles renuevan su compromiso con el Bautismo, y en la Liturgia Eucarística la comunidad se adentra en el misterio más recóndito de la Pascua, en la que se vive la alegría cristiana más grande: Jesús ha vencido a la muerte.
El Arzobispo de México, al presidir esta celebración, invitó a la comunidad a no buscar más a Jesús en el sepulcro, sino en la cotidianidad de nuestra vida, a fin de dar testimonio de Jesús y proclamar con nuestras conductas que Cristo está vivo, que el Espíritu Santo nos acompaña y que somos prolongadores de la presencia de Dios en el mundo, para que todos seamos salvos y tengamos vida en abundancia.
“Esta noche, es la noche para encender nuestro entusiasmo evangelizador, iluminando nuestra vida con la luz de Cristo; para eso, hemos encendido el cirio pascual, que simboliza la presencia de Jesús Resucitado. Esta es la noche en que hemos recordado la Historia de la Salvación, de la intervención del Hijo de Dios, encarnándose y asumiendo la condición humana, para mostrarnos el amor misericordioso de Dios, nuestro Padre”.
“Esta es la noche -finalizó el Cardenal Carlos Aguiar- para renovar nuestras promesas bautismales y recibir el rocío del agua bautismal, recordando nuestra condición de Hijos adoptivos de Dios. Esta es la noche, en que las tinieblas son vencidas por la luz de Cristo resucitado. Con gran entusiasmo, proclamemos nuestra fe y demos testimonio que ¡Cristo vive en medio de nosotros! Amén”.
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