¿Te has preguntado qué es el diezmo y para qué sirve? Aquí te lo explicamos de manera sencilla:
Cundo fuimos al catecismo, de niños, nos enseñaron los Mandamientos de la Iglesia, esas cinco normas elementales que nos enseñan qué es lo mínimo que obliga a un católico para considerarse como tal. El quinto mandamiento nos dice: “Pagarás diezmos y primicias a la Santa Madre Iglesia.” ¿Qué es eso?
Diezmo es dar el 10% de lo que se gana. Primicias es dar el primer producto de un trabajo. Diezmar (pagar el diezmo) es una obligación que ya encontramos desde el Antiguo Testamento y que se quedó en la Iglesia como una forma de compartir los bienes terrenos.
Pero el mandamiento tiene un sentido mucho más amplio que el sólo dar ese Diezmo y esas primicias. Nos hace ver la obligación de ayudar a la Iglesia, comunidad de fieles, de una forma responsable, ya sea con nuestro tiempo o con nuestros bienes materiales.
El diezmo tiene un sentido de justicia. Los creyentes sabemos que todo bienestar nos viene de Dios, que Él es el dueño de lo que somos y de lo que tenemos. Cuando ayudamos a la Iglesia con nuestros bienes, tan sólo estamos regresando algo de lo que es de Dios.
El Diezmo también tiene un sentido de alabanza a Dios, es una forma de dar culto, ofreciendo a Dios el fruto del esfuerzo y del trabajo de los hombres.
Tiene además un sentido de solidaridad, al poner a disposición de la comunidad nuestros bienes para que, como en la Iglesia primitiva, se haga el bien a los más necesitados. Esto lo entienden muy bien los más pobres entre los pobres cuando recurren a la Iglesia para remedio de sus necesidades.
Con el sentido amplio del mandamiento cumplimos cada vez que ayudamos a nuestra parroquia o capilla a los gastos de culto, de construcción o de caridad: nuestra “limosna” de la misa dominical, el pago de un estipendio, el participar en una kermés o en una rifa.
Cumplimos cuando ayudamos al Seminario a las misiones o a alguna de esas obras de la Iglesia diocesana.
En un sentido más estricto, cumplimos con el Diezmo cuando damos un día de salario anual a la Iglesia diocesana. ¡Un día de salario al año!, a eso se ha reducido el diezmo en nuestra Iglesia mexicana dada la pobreza de nuestros fieles. Y aún así, se nos dice que ese Diezmo no obliga a las personas más pobres.
Pero a los que Dios nos ha bendecido con lo necesario para vivir, sí nos obliga en conciencia dar ese Diezmo y, también, ayudar al sostenimiento de nuestra parroquia.
Con ese día de salario que tú ofreces anualmente se sostiene la Arquidiócesis de México en lo tocante a trabajos pastorales que no son propiamente parroquiales. Las obras parroquiales se sostienen con los recursos propios de cada comunidad.
Para el servicio de estas Parroquias y para realizar acciones que ellas no alcanzan a realizar, la Arquidiócesis cuenta con comisiones que se encargan de diferentes servicios: catequesis, liturgia, arte sacro, institutos de formación, obras de caridad, pastoral de migrantes, formación de maestros, pastoral juvenil, promoción vocacional, misiones, pastoral carcelaria, Cáritas, Seminario, atención a sacerdotes ancianos o enfermos y muchas obras más. Todo esto y lo que implica de personal y lugares de trabajo, lo sostienes tú con el día de salario que ofreces generosamente cada año.
Pese al desprestigio que los enemigos de la Iglesia se esfuerzan en difundir, los fieles católicos siguen confiando en la honestidad de la Iglesia como institución. Saben que se le da buen uso a su dinero y lo dan con generosidad a pesar de su pobreza. Lo vemos domingo a domingo en nuestras parroquias y la Iglesia lo agradece. Tu ofrenda sigue siendo un voto de confianza en la institución de la Iglesia. Gracias por esa confianza. ¡Dios te lo pagará!
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