Monseñor Héctor M. Pérez Villarreal, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México. Foto: María Langarica
El padre Héctor Mario Pérez Villareal era aún un joven cuando esa mañana su familia lo mandó a limpiar la banqueta del vecino como castigo a una de las tantas travesuras que acostumbraba. Encontró demasiadas hojas y basura para quitarlas rápidamente se le hizo fácil rociarles gasolina y prender fuego; los bomberos tuvieron que apagar ‘la fogata’.
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¿Cómo fue que ese muchacho inquieto sintió la vocación sacerdotal y eventualmente el llamado a rehabilitar a jóvenes integrantes de pandillas?
El padre Héctor Mario Pérez Villarreal ha trabajado muy de cerca con los jóvenes de Monterrey.
Su vida como joven la recuerda rodeado de sus cuatro hermanos y un montón de amigos, quienes despertaban su ingenio para las travesuras y los negocios.
“Iba a un pueblo cercano a comprar pirotecnia y luego la revendía con mis amigos. Antes de que existiera tanto revoltijo de chile piquín, yo inventé una mezcla muy rica, la distribuía en las tienditas y en los expendios. Me dejaba buen dinero; ya tenía mi plan de vida: ser contador y estudiar una maestría en administración, pero ‘¿quieres hacer reír a Dios?, entonces cuéntale tus planes’”, ríe.
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“Mis papás tenían un grupo de meditación bíblica al que me gustaba asistir. La gente me decía ‘el niño Biblia’, pues me sabía muchos pasajes y aseguraban que iba a ser sacerdote”.
Su mamá le inculcó asistir a Misa a diario. Cuando tuvo su primera novia la llevó a Misa, y pasó lo mismo con la segunda, tercera y “otras pocas”, ríe.
“Me pasaba algo muy chistoso, al recibir la Comunión escuchaba una voz que me decía ‘ve al seminario’, pero volteaba a ver a mi novia y decía ‘¡No!’”.
Pasó el tiempo y la voz se hacía más fuerte. Un día acudió a una reunión donde estaba como invitado un seminarista, quien narró su experiencia, y ese momento fue decisivo: “corté a la novia y les dije a mis padres que iba a ser sacerdote, y la voz cesó”.
Fue Vicario Episcopal de la Arquidiócesis de Monterrey y ahí fundó un grupo de rehabilitación para jóvenes integrantes de pandilla. En enero de 2020 el Papa Francisco lo nombró Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México.
“Sin duda, la Ciudad de México me implicará un gran reto y lo que me gustaría es que la gente me dé la oportunidad de acercarme a ellos y de conocerlos. El caminar junto con las personas me ha ayudado a mantenerme con los pies en la tierra”.
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