Monseñor Daniel Rivera uno de los cinco obispos auxiliares de la Arquidiócesis de México. Foto María Langarica
A primera vista, monseñor Daniel Rivera Sánchez parece un hombre serio que, incluso, impone, pero su sentido del humor y espontaneidad salta desde la primera palabra que pronuncia.
Caminando en el jardín del templo de San José del Altillo que atiende la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo, recuerda que le tomó por sorpresa su nombramiento como obispo.
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“Me faltaban dos años para dejar mi cargo como Superior General de los Misioneros del Espíritu Santo cuando surgió esta nueva encomienda”.
Seguramente dentro de su lista de prioridades para su retiro estaba tener más tiempo libre para escuchar música, cocinar (le gusta mucho preparar sobre todo pasta o tiramisú), o bien, leer una novela de alguno de sus escritores favoritos; sin embargo, ser obispo le cambió la perspectiva de su vida, la cual -asegura- le gustaría concluir en servicio.
Monseñor Daniel Rivera Sánchez, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México. Foto: María Langarica
Sentado bajo la sombra de una jacaranda, el padre Daniel -pues aún no se acostumbra a que le digan monseñor- asegura que le gustaría cumplir un deseo: ser un obispo cercano a los sacerdotes, religiosos y a todo el pueblo de Dios.
“Sólo les pediría que recen por mí, para que sepa escuchar y dialogar para, juntos, construir el Reino de Dios”.
Considera que entre los dones que Dios le dio está la espontaneidad y la facilidad para conectar con la gente, aspectos positivos para su nueva encomienda.
Monseñor Daniel Rivera Sánchez, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México. Foto: María Langarica
Al hablar sobre su juventud, asegura que ahí surgió su sentido del humor y su gusto por hacer bromas, algunas de las cuales han sufrido sus compañeros misioneros.
“A los 21 años entré a la Congregación pues me gustó la forma en la que hablaban con los jóvenes, su espiritualidad y la vida en comunidad” -comenta- “sin duda mis hermanos de la comunidad me van a extrañar tanto como yo a ellos”.
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“Tengo 31 años de ministerio y mi familia siempre ha sido mi gran apoyo. Casualmente, hace unos días encontré la única carta que conservo de mi mamá, quien ya murió”.
En su carta, ella le decía: “viendo toda mi vida descubro muchos momentos de sufrimiento, tristeza y pena, pero cuando llegó el día de tu ordenación eso le dio sentido a todo lo que viví”.
“Mi mamá siempre fue un gran apoyo para mí”, expresa ahora como uno de los cinco obispos auxiliares de México.
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