La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) emitió este jueves una serie de consideraciones o lineamientos bioéticos para atender la pandemia dde coronavirus COVID-19.
El documento se publica luego de que el Consejo de Salubridad General (CSG) del gobierno de México diera a conocer el documento Guía Bioética de Asignación de Recursos de Medicina Crítica, que este jueves cambió su nombre a Proyecto Guía de Triaje para la Asignación de Recursos de Medicina Crítica.
El documento del CSG ha generado diversas razones, entre ellas las de la UNAM, quien se deslindó del contenido, señalando que no fueron consultados pese a que su rector tiene un lugar entre los vocales del Consejo de Salubridad.
Una de las partes más controversiales del documento ha sido que establece prioridad de los pacientes jóvenes sobre los adultos mayores para recibir recursos escasos, como ventiladores. Asimismo, prioriza a pacientes que no padecen una comorbilidad, diabetes o hipertensión, sobre los que la tienen.
Al respecto, las consideraciones bioéticas de la CEM, integradas en el documento Decir sí a la vida de todos, señala que la Academia Pontificia para la vida -en la que participan científicos expertos, creyentes y no creyentes-, establece que ninguna vida vale más que la otra.
En este sentido, explica que la edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de evaluación, ya que se podría caer en un comportamiento discriminatorio hacia los ancianos y los más frágiles.
Señala que si bien es previsible que en México se llegue a la necesidad de realizar procesos de selección de pacientes con la finalidad de asignar distintos tipos de atención, estos procesos se deben hacer tomando en cuenta de manera simultánea: la urgencia del caso, la necesidad a atender y el nivel de beneficio que los recursos asignados puedan tener para el paciente.
– Es una obligación moral conocer y atender con información suficiente el grado de contagio que existe para así tomar las acciones preventivas pertinentes de manera oportuna. Por ello, como lo han mostrado experiencias de otros países, es preciso realizar pruebas de detección, no sólo en pacientes sintomáticos, sino también de manera constante en algunas personas que sin presentar síntomas, puedan eventualmente portar el virus.
-El personal sanitario tiene el pleno derecho de contar con la protección requerida para realizar su riesgoso trabajo en las condiciones más seguras posibles.
-Es preciso hacer todo lo posible para evitar el racionamiento de los recursos biomédicos.
–La edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de elección, ya que si fuera así se podría caer en un comportamiento discriminatorio hacia los ancianos y los más frágiles. Además, es necesario formular criterios que sean, en la medida de lo posible, compartidos y argumentados, para evitar la arbitrariedad o la improvisación en situaciones de emergencia.
-La clasificación ordenada y justa de los pacientes, según sus posibilidades de sobrevivencia, es de carácter universal. Estos procesos se deben realizar tomando en cuenta de manera simultánea: la urgencia del caso, el tipo de necesidad a atender y que los recursos asignados sean lo más beneficiosos posibles para el paciente.
-Nunca se debe abandonar al enfermo, incluso cuando no haya más tratamientos disponibles, y en este sentido, los cuidados paliativos, los tratamientos contra el dolor y el acompañamiento son una necesidad que no hay que descuidar.
-Es inadmisible el abandono de pacientes o la negación del tratamiento médico correspondiente bien sea curativo o paliativo.
-Es importante evitar toda acción que de manera explícita o encubierta pudiera ser de tipo eutanásico.
-Las comisiones y comités de bioética, y los organismos responsables de la emisión de guías orientativas para establecer los mejores cursos de acción clínica deben estar siempre integrados de manera realmente plural, con personal adecuadamente calificado.
-La exigencia moral originaria de amar y respetar a la persona como un fin, y nunca como un simple medio es irrenunciable.
El documento de la CEM está firmado por Monseñor José Jesús Herrera, responsable de la Dimensión Episcopal de Vida de la CEM; monseñor Rogelio Cabrera López, Presidente del organismo, y monseñor Alfonso Miranda Guardiola, Secretario Ejecutivo.
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