Hace algunos años, Martín Valverde tuvo la oportunidad de encontrarse con el Papa Francisco, y pudo darle un saludo muy especial de parte de todos sus compañeros cantautores católicos.
“Le dije al Papa Francisco: ‘vengo a nombre de muchos músicos y te traigo un mensaje de parte de ellos, que sepas que estamos evangelizando, que estamos en la misión’”.
“El Papa me agarró de la mano, fuerte, y me dijo: ‘diles que los necesitamos, diles que no bajen la guardia, que sigan cantando’”, recuerda el músico en una entrevista concedida a Mons. Pedro Agustín Rivera.
Valverde es, sin lugar a dudas, uno de los cantautores católicos más conocidos del idioma español. Nació en 1963 en San José, Costa Rica y desde su adolescencia estuvo vinculado con grupos y coros de la Iglesia. En su juventud llegó a México para participar en distintos proyectos y, con el paso del tiempo, se naturalizó.
Ahora, aprovechando que lo peor de la pandemia ha pasado, al menos por el momento, ha comenzado su gira de 40 conciertos por 40 ciudades que han marcado su carrera, para celebrar 40 años de trayectoria artística y la Ciudad de México no podía faltar. “La Arquidiócesis de México es parte absoluta y total de mi historia, y siempre vengo con mucho cariño y mucho amor”.
La pandemia, asegura, no debe ser motivo para seguir evangelizando, pues no debemos bajar la guardia para cuidarnos unos a otros del Covid-19, pero tampoco para anunciar la Buena Nueva.
“¡No hay católicos asintomáticos! Se nos tiene que notar que somos católicos y como decía el gran san Francisco: ‘vayan evangelicen y, si es necesario, hablen’”.
Por eso, con 59 años de vida y en plena celebración de sus 40 años como cantautor y compositor, no piensa en el retiro. Al contrario, quiere seguir llevando el Evangelio con su voz y guitarra, caminando junto a Jesús, porque está seguro de que ahí está la felicidad.
“¿Qué más hay que hacer? Ese es el chiste, no estoy aquí solo para ver cómo pasa el viento y, gracias a Dios, llevo 40 años de felicidad y 40 años de respuesta (…) Decía Tagore que la vocación principal del hombre es ser feliz, y la felicidad no es una meta, es un camino.
“Y Jesús es el Camino, él lo reclamó así, Él es, así que mi camino es Él y es mi felicidad. ¿Qué sigue? Seguir caminando, porque sigue habiendo almas que necesitan escuchar este mensaje, y también está la necesidad de capacitar a gente que haga lo que estamos haciendo nosotros”.
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