Este lunes se cumplen 28 años del asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, séptimo Arzobispo de Guadalajara, Jalisco, quien perdió la vida en medio de un fuego cruzado entre presuntos narcotraficantes el 24 de mayo de 1993, según la versión oficial.
El sucesor del Cardenal Posadas, Juan Sandoval Íñiguez, ha sido el principal promotor de una investigación más profunda, y los fieles de Guadalajara, constantemente rezan frente a la tumba del Cardenal en la Catedral y le piden favores e intercesiones. No descartan que algún día pueda ser beatificado.
El 26 de septiembre de 2006, Juan Sandoval Íñiguez, octavo Arzobispo de Guadalajara, tomó el báculo de Posadas Ocampo y lo llevó a Roma para depositarlo con otros tesoros de la Comunidad de Sant’Egidio, en la Isla Tiberina, y que congrega varias reliquias de los mártires del siglo XX de la Iglesia Católica, según lo dispuso Juan Pablo II en el año 2000.
Así, el báculo quedó junto a otras reliquias, pertenecientes a personalidades como el obispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, asesinado en plena Misa; san David Galván, sacerdote asesinado en la Revolución Mexicana y otros más de la Guerra Cristera (1926-1929); el pastor evangélico alemán Paul Schneider, opositor del nazismo por objeción de conciencia y testimonio de fe, asesinado en la prisión de Buchenwald, en julio de 1939; Andrea Santoro, sacerdote asesinado en Trebisonda, Turquía, el 5 de febrero de 2006, a manos de un estudiante de 16 años influido por la polémica de las caricaturas de Mahoma.
En este templo también hay reliquias de varios mártires de España, como una cruz que perteneció al padre Josep María Noguer i Tarafa, párroco de Santa Pau, fusilado el 9 de agosto de 1936, y los restos de un crucifijo de la Iglesia de San Martín de Palafrugell que fue quemada durante la Guerra Civil, o una sandalia de sor Inés Arango, misionera fallecida en 1987 en el Amazonas.
De igual modo, hay reliquias de mártires de Asia, Oceanía, Oriente Medio y África, así como aquellos que fueron víctimas durante el nazismo y el comunismo.
El Papa Benedicto XVI visitó la Isla Tiberiana el 7 de abril de 2008 y durante su homilía, señaló: “Deteniéndonos ante los seis altares, que recuerdan a los cristianos caídos bajo la violencia totalitaria del comunismo y del nazismo, a los asesinados en América, en Asia y en Oceanía, en España y en México, en África, recorremos idealmente muchas historias dolorosas del siglo pasado”.
“Muchos cayeron mientras cumplían la misión evangelizadora de la Iglesia: su sangre se mezcló con la de los cristianos autóctonos a los que se les había comunicado la fe. Otros, a menudo en situación de minoría, fueron asesinados por odio a la fe. Por último, no pocos se inmolaron por no abandonar a los necesitados, a los pobres, a los fieles que les habían sido encomendados, sin miedo a amenazas y peligros”.
La iglesia de san Bartolomé se construyó por orden del emperador Onorio III en memoria de san Adalberto Mártir. Luego fue dedicada a Bartolomé Apóstol, especialmente venerado en la Isla por sus poderes de exorcista, puesto que a este lugar eran llevados los enfermos como sucedió hasta la Edad Media, cuando se contaba con una asistencia sanitaria de caritativos monjes. Para el 1500 al lado de los religiosos había médicos y voluntarios.
Luego del saqueo de Roma y las epidemias que asolaron la ciudad, San Juan de Dios fundó la congregación de los “Hermanos Hospitalarios”, luego llamada “Fatebenefratelli” para atender a los enfermos que eran llevados a la Isla de Esculapio, en el Tiber.
Al paso de los años, en la Iglesia de San Bartolomé de la Isla Tiberina, que atiende la comunidad de Sant’Egidio, se creó un santuario ecuménico en memoria de los mártires del siglo XX.
La isla, de la que se dice que es la porción de tierra habitada más pequeña del mundo (270 metros de largo y 40 de ancho), está unida al centro de Roma por el puente Fabricio, al que sólo puede accederse a pie, y por el puente Cestio que lleva al popular barrio del Trastevere. También está el Puente Emilio, conocido como Puente Roto, el primer puente de piedra de Roma.
Esta isla fue designada en el siglo III a. C. como sede del templo dedicado al dios Esculapio, protector de la salud y la medicina, merced a una decisión del Senado después de una epidemia de peste. Sobre los restos del templo se construyó la basílica de San Bartolomeo, confiada a la Comunidad de Sant’Egidio.
La isla jamás ha perdido su vocación sanitaria y alberga el hospital de San Juan Calibita, que ocupa casi dos tercios de su superficie, y el hospital israelita, con casi doscientos años de antigüedad.
Situado muy cerca del antiguo gueto judío de Roma, el hospital israelita fue construido a finales del siglo XIX gracias a las donaciones para atender a los más necesitados y ancianos.
En cuanto al origen del hospital de San Juan Calibita, era un monasterio adyacente a la iglesia dedicada al santo, que fue adquirido en el siglo XVI por la recién fundada orden de San Juan de Dios.
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