Como cada Viernes Santo, en la Catedral Metropolitana de México se celebró la Liturgia de la Pasión del Señor, presidida por el Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México.
El Cardenal dirigió un mensaje de esperanza a toda la comunidad, en el que pidió analizar el relato de la Pasión a la luz de la actitud que Jesús asumió: de obediencia al Padre y de dignidad.
“Con esto, aprenderemos nosotros que cuando tengamos circunstancias difíciles en la vida, nuestra súplica será escuchada, y nosotros seremos capaces de afrontar cualquier adversidad, porque así como el Espíritu del Señor acompañó a Jesús, también nos acompañará a todos los que somos sus discípulos”, dijo.
Previo al mensaje del Cardenal Aguiar Retes, se leyó el Cuarto Cántico de Yahvé, en que el profeta Isaías, 700 años antes de Cristo, describe la Pasión que Jesús habría de vivir para la redención de la humanidad. Y posterior a las palabras del Arzobispo fue leída la Pasión según san Juan. Ambas lecturas como parte de la estructura de esta celebración litúrgica.
Posteriormente se llevó a cabo la Adoración de la Cruz, ritual en el que la feligresía, iniciando por el Arzobispo de México, agradeció el sacrificio que Jesús hizo dando un beso a la Cruz, despojada ya del velo con el que fue cubierta el Jueves Santo y presentada solemnemente a la comunidad con las siguientes palabras: ‘Miren el árbol de la cruz, del que pendió Cristo, salvador del mundo’.
“La cruz de Cristo es lo más bonito para mí, porque es la manera en que Dios nos demostró su amor a través de su Hijo. Sentí una emoción muy profunda ahorita que la besé, le agradecí a Jesús que a mi edad me permitiera venir hasta aquí”, expresó Rosa María, feligresa de 74 años.
“Para mí, Cristo es esperanza, es luz en mi vida. Besar la cruz para mí es agradecerle todo lo que ha hecho por mí y por mi familia. Tengo un hermano muy enfermo, necesita ayuda psiquiátrica; pero estoy en calma porque Cristo me acompaña”, consideró María de la Luz de 63 años.
Un signo importante que acompaña a la Liturgia de la Pasión del Señor -explica el padre José Alberto Medel, párroco de Santa Cecilia Tepetlapa, Xochimilco-, es que el sacerdote entra en absoluto silencio y comienza a orar; y al término de oración no da la bendición, sino que vuelve a quedar en un silencio total, como un signo de que la Iglesia este día está sumergida en un silencio contemplativo, en un silencio orante.
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