Esta nota se actualizó por última vez el 27 de febrero de 2022 con la noticia del fallecimiento del sacerdote Julio César Badillo.
Cuando el padre Julio César Badillo se enteró de que sus riñones estaban funcionando apenas al 10 por ciento de lo que deberían y que necesitaba con urgencia un trasplante para sobrevivir, nunca imaginó que viviría en carne propia la parábola del Buen Pastor, pero con un pequeño giro: “En mi caso –dice- fueron las ovejas las que estaban dispuestas a dar la vida por su pastor”.
En ese entonces, el sacerdote de la Arquidiócesis de México tenía 33 años de edad y, desde hacía tiempo, vivía con diabetes tipo 1, una enfermedad que intentaba mantener a raya.
Pero la intensa labor como responsable de la pastoral juvenil de los padres Josefinos –su congregación- en San Juan del Río, Querétaro, le cobró factura.
“Mi salud se deterioró mucho en ese tiempo, me descuidé. Yo manejaba muchísimo y a veces se me hinchaban los pies, pero pensaba que era por tantas horas de viaje. Hasta que un día me caí”, explicó en entrevista con Desde la fe.
Su cuerpo colapsó. Llegó al hospital con un cuadro grave de hipertensión e hiperglucemia, y una biopsia confirmó que tenía una insuficiencia renal grave.
“Los doctores me dijeron que mis riñones estaban en fase terminal, apenas funcionaban al 10 por ciento”.
A partir de ese diagnóstico, confiesa, conoció la depresión, pero también el cariño de los fieles, que estaban dispuestos a todo para ayudarlo.
“Fueron tiempos muy duros, pero muy bonitos. La comunidad no me dejó sólo. Incluso se turnaban para animarme, para sacarme a pasear”.
“¿Y de dónde saco un riñón? ¿Quién puede y quiere ser donador? ¿Qué tengo que hacer ahora?”, fueron las primeras preguntas que se hizo el padre Julio César Badillo.
“Estas preguntas eran nuevas para mí, no para miles de personas que están en lista de espera de dicho órgano, cuántas de ellas incluso llegan a pasar tres, cuatro años o más en espera de un riñón que nunca llega”.
Su familia siempre lo apoyó y varios de ellos se hicieron los exámenes respectivos. De ellos, su padre y su hermana mayor resultaron compatibles.
“Mi padre por su diabetes automáticamente quedó descartado. Mi hermana comenzó los primeros pasos del largo protocolo, pero finalmente no lo pudo concluir”.
Entonces, ocurrió el milagro.
Los mismos fieles que lo animaron y lo ayudaron a salir adelante, se ofrecieron como voluntarios.
“No era sólo uno. El punto es que eran como 10 personas dispuestas a iniciar el protocolo de trasplante”, recuerda emocionado casi 10 años después.
Eran, dice, las ovejas dispuestas a dar la vida por su pastor.
Finalmente, fue una joven de nombre Araceli Ugalde quien fue avanzando en el protocolo, hasta que se convirtió en donadora. Ahora, dice el sacerdote, aquella joven es religiosa contemplativa.
“No cabe duda de que ese es el fruto de aquello que uno va sembrando pues todas ellas han sido personas que he encontrado en mi camino como sacerdote y que tienen muy claro que ‘nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos’. Comprendí que no sólo el pastor es el que da la vida por las ovejas…también las ovejas dan la vida por su pastor”.
“Comprendí –continúa el padre Julio- que muchas veces pensamos que vivimos de lo que tenemos cuando en realidad vivimos de lo que damos o somos capaces de dar”.
El padre Julio César Badillo falleció el 26 de febrero, dio a conocer la Arquidiócesis Primada de México.
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