Hace un par de meses, la noche en que el padre Fortunato se enteró de que en las inmediaciones de Tepito había 6 adultos y 2 niños migrantes, originarios de Haití, quienes dormían a la intemperie teniendo que soportar las inclemencias del tiempo, decidió darles alojamiento en su parroquia, la Divina Institución, pues sintió que había poco de humano, y nada de cristiano, en dejarlos ahí a su suerte.
Durante más de un mes hospedó a los seis adultos y a los dos pequeños en los salones contiguos a la Parroquia de la Divina Institución en Tepito. Esta es su historia.
Puedes leer: Las Patronas: 26 años de ayuda al migrante por amor a Jesús
Por alguna razón, tres matrimonios -dos con un hijo cada uno, y uno sin hijos-, prefirieron pasar penurias en México que seguir en su país, con la esperanza de una vida mejor. En este sentido, el padre Fortunato Cruz considera que para el cristiano no es importante juzgar el motivo por el que estas personas decidieron dejar su país y estar ahora en estas tierras, sino ver en ello una oportunidad de atender el llamado que Jesús nos hace.
“Cuando estemos frente a Jesús -señala el sacerdote-, Él nos va a pedir cuentas de esto, y nos dirá: “Pasa, bendito de mi Padre, porque estuve necesitado y me ayudaste; fui forastero y me acogiste”. O bien, lo otro: “Aléjate, porque no hiciste nada por mí, podías haber ayudado a estas personas y no lo hiciste”.
Con estas palabras, el padre Fortunato Cruz hace un llamado a la comunidad en general a ser caritativos con estas personas, como familia cristiana, como Iglesia; “pero cada quien debe responder desde su corazón y su conciencia”.
Cabe señalar que en México actualmente hay miles de haitianos en calidad de inmigrantes, quienes ahora, a diferencia de antes, ya no tienen el deseo de llegar a Estados Unidos, sino que quieren quedarse a hacer su vida en México, buscar trabajo, vivienda y una vida digna en estas tierras.
Leer: No ver a migrantes en clave de “los otros”; sino como parte de nosotros
James es mecánico de profesión, y es con quien más tuvo comunicación el padre Fortunato, porque al menos sabe unas palabras en español y habla de manera fluida el portugués -que es un poco más similar al español que el francés-, ya que antes de venir a México, los tres matrimonios estuvieron viviendo en Brasil.
Al salir de Haití, James dejó muchas cosas atrás: padres, hermanos, familia, tierra, etcétera. Sin embargo, tuvo que tomar esa difícil decisión por el deseo darle a su hija una vida mejor, y que al menos pueda tener estudios, lo cual en Haití hoy le parece prácticamente imposible.
“Nosotros vinimos aquí en busca de una mejor vida. Los haitianos que llegamos a este país queremos trabajar, quedarnos aquí. Yo soy mecánico, uno de mis compañeros sabe colocar pisos y el otro es cocinero”.
Antes de recibir alojamiento en la Divina Institución, las 3 familias dormían a la intemperie frente la Parroquia de San Francisco, a cargo del padre Jonny, quien habló con el padre Fortunato para ver la posibilidad de que les hiciera un espacio en la casa parroquial.
“El padre Fortunato es un hombre bueno -dice James-, cuando llegamos, nos dijo: “Aquí tienen casa para dormir y también comida. Todo el tiempo se preocupa por nosotros, nos ofrece café, pan, todo. Ahora está al pendiente de nuestros trámites; pero como el papeleo es lento, nos pide paciencia. Nos pregunta cómo estamos, es una persona de buen corazón”.
Para el padre Fortunato no existen las casualidades, así que está convencido de que fue Dios quien condujo hacia él a este grupo de migrantes. El idioma no fue una barrera para que el sacerdote pudiera entender lo que estas personas estaban sufriendo; no se necesitaron palabras, porque él mismo alguna vez vivió en carne propia lo que es tener que dormir a la intemperie en el extranjero.
“Lo que estos migrantes viven, yo lo viví en Alemania. Pero no fue la primera vez que me pasó. Yo soy de Tabasco, y junto con mi familia viví momentos muy difíciles, a veces teníamos que apechugar y dormir en la calle. Así que cuando supe de estas personas, pues pensé que para los adultos podía ser algo llevadero de alguna manera, pero no para los niños”.
Leer: P. Javier Calvillo, de joven rebelde a ‘angel’ de los migrantes en Cd. Juárez
El padre Fortunato Cruz sabe bien lo que es andar sin comer por días, dormir en las banquetas con las ropas mojadas, ser echado de espacios públicos y estarse escondiendo de las autoridades. Ocurrió que, en su época de seminarista, viajó a Alemania para estudiar en el Seminario de Colonia, pero se encontró con que no tenía lugar, y no había disponible un cuarto para él.
Ante tal situación, logró comunicarse con su superior, pero no había forma de hacerle llegar dinero. “Es muy difícil vivir así; quieres explicarle algo a las personas, pero no te entienden. Te sientas solamente a descansar y la policía te corre, andas de un lado para otro con las ropas escurridas, sin saber qué hacer. Así anduve varios días. Finalmente me rescataron y me llevaron a estudiar al Seminario de Toledo”.
Por eso y más, es que el padre Fortunato comprende bien el sufrimiento de estas familias haitianas, a quienes les buscó actividades para obtener algunos recursos y sentirse útiles.
“A los tres hombres les implementamos un tallercito para hacer velas aromáticas y artesanales; eso les enseñé con un poco de cera que tenía aquí. Las sacamos a vender afuera de la parroquia y con eso juntan un poco de dinero para sus gastos. Las mujeres saben trenzar cabello, y a eso se dedicaron aquí, en Tepito”.
La cultura, el idioma y hasta el tipo de comida llegaron a ser dificultades en la convivencia diaria que el sacerdote tuvo en su convivencia con el primer grupo de haitianos. “Son muchas cosas, yo pensaba que nomás era traerlos y ya. Pero no; aunque son personas ordenadas, serviciales, trabajadoras y nada conflictivas, siempre hay complicaciones de una u otra índole”.
El padre Fortunato Cruz entiende que la sociedad en general vea a los inmigrantes con cierto recelo. “Pero no es así, no son limosneros, e incluso hasta se sienten apenados cuando alguien les regala algo, aunque lo tienen que aceptar por sus necesidades”.
Como sacerdote, el padre Fortunato Cruz siente que está cumpliendo con su deber cristiano. “La verdad es que no me he sentido solo. El padre Jonny, de la Parroquia de San Francisco (Tepito), está muy al pendiente de ellos. La comunidad tepiteña ha respondido muy bien, les llevaron espagueti, arroz, cosas para que ellos hicieran su comida. Quiero agradecer a la comunidad, a Cáritas, al Arzobispo de México, a los Obispos Auxiliares. Sé que todos me acompañan en esta labor”.
Tras reunir el dinero suficiente para rentar un departamento y buscarse la vida de forma independiente, James y su grupo se han marchado agradecidos con el padre Fortunato y la Parroquia de la Divina Institución. Por su parte, tras acondicionar de nuevo los salones, el sacerdote ya se está preparando para recibir a un nuevo grupo.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.