En el año 1914, en medio de un creciente clima anticlerical propiciado por el gobierno mexicano, el entonces seminarista Moisés Lira Serafín conoció al sacerdote de origen francés Félix de Jesús Rougier, quien tenía el firme propósito de fundar una obra religiosa en nuestro país: la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo.
El encuentro entre aquel seminarista y el sacerdote fue el origen de una obra religiosa que hoy sigue rindiendo frutos. Ésta fue posible gracias a que el Obispo de Puebla en aquel momento, don Ramón Ibarra y González, le permitió al padre Félix de Jesús Rougier tener una conversación con los jóvenes del Seminario Palafoxiano, en la que les expuso el proyecto de la fundación de la nueva congregación.
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Ante la pregunta del padre Félix de Jesús a los seminaristas, sobre quién estaba dispuesto a irse con él para iniciar esta nueva fundación, el único que dio una respuesta afirmativa fue el joven Moisés Lira Serafín. Así, el 25 de diciembre de 1914, Moisés Lira Serafín se presentó como el primer novicio de la congregación de los Misioneros del Espíritu Santo, en la Capilla de las Rosas del Cerro del Tepeyac.
Cabe señalar que además de los esfuerzos del padre Félix de Jesús Rougier y de Moisés Lira Serafín, el sostenimiento de la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo fue posible gracias al trabajo del padre Domingo Martínez, quien al inicio no pudo dedicarse por completo a la labor del naciente instituto, ya que como sacerdote debía atender cuestiones pastorales.
El padre Moisés Lira fue ordenado sacerdote de los Misioneros del Espíritu Santo en 1922, y desde ese año comenzó a desempeñar varios cargos dentro de la congregación, todos al servicio del creciente instituto: fue coadjutor en la formación de los novicios; realizó apostolados en diversas comunidades que se fueron abriendo; participó en la formación de la primera comunidad de Misioneros del espíritu Santo en Morelia, y luego en el Templo Expiatorio Nacional de San Felipe (Ciudad de México).
Tras la muerte del padre Félix de Jesús Rougier, en 1938, el padre Moisés Lira asistió al capítulo general de la Congregación, donde fue nombrado como ecónomo durante seis años. En realidad, fueron muchos los servicios que tuvo al interior del instituto, en el que siempre tuvo una extraordinaria reputación, no sólo por su fama de santidad, sino también por ser el primer misionero del Espíritu Santo, a quien el mismo fundador ponía como ejemplo para todos los demás misioneros.
De hecho, el padre Félix de Jesús Rougier solía decir que el padre Moisés Lira tenía la espiritualidad de la congregación, lo cual era un reconocimiento muy valioso, viniendo del propio fundador. Y así mismo era visto por todos los miembros la comunidad, por lo cual se le asignó el nombre del “Primogénito”.
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