Ante la inquietud que le manifestó una joven sobre cómo saber si está llamada para integrarse a la vida consagrada, monseñor Luis Manuel Pérez Raygoza le dijo que lo primero que debe hacer es no confundir lo que es la conversión inicial o la inquietud de servicio de apostolado con la vocación a la vida consagrada o a la vida sacerdotal y le dio 6 consejos para encontrar su vocación.
Al tener un encuentro con jóvenes en el Templo de Jesús Nazareno, el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México planteó una serie de consejos a seguir antes de tomar una decisión acertada sobre este tema, “lo más conveniente es esperar y dejarse ayudar”.
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Monseñor Pérez Raygoza aseguró que lo primero que debemos tomar en cuenta es que al haber recibido la consagración bautismal como hijos e hijas de Dios, nuestra vocación fundamental en la vida es formar cristianos, “ser discípulos misioneros de Jesús, templos vivos del Espíritu Santo que habita en nosotros por el bautismo y la confirmación”.
En este tenor, continuó el Obispo Auxiliar, Dios nos ha dado a todos un camino concreto a seguir, adaptado a nuestra personalidad, a nuestra historia, a nuestras deseos, a nuestra forma de ser, a nuestras preferencias. “Siempre hay un perfil de acuerdo a como somos cada uno”.
“¿Qué quiere decir esto? Que la vocación no es algo que yo me invento, la vocación al matrimonio, a la vida consagrada, a la vida monástica, al sacerdocio, es algo que Dios ha pensado para cada uno. Un camino muy concreto, una ayuda concreta para vivir el bautizo”, aseveró en la reunión en la que estuvo acompañado del párroco del Templo, el padre Arturo Pérez.
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Para que los jóvenes puedan descubrir su vocación, monseñor Pérez Raygoza les planteó seis consejos a seguir:
Primero, orar. “No se puede discernir si no se ora, si no se está delante de Dios, si no doblamos la rodilla ante Él; orando, abriendo el corazón a Él, abriendo el alma a Él, pidiéndole que nos ilumine cuando se esté en la búsqueda de la vocación”.
Segundo, estar en gracia. “Dios puede intervenir, puede moverse más libremente en el alma si el alma está abierta a Él, si está en gracia, si habitualmente participa en la Eucaristía, si recibe el Sacramente de la Confesión, si se acerca a la Santísima Virgen María, si se acerca a la Sagrada Escritura”.
Tercero, escuchar el propio corazón. “Porque Dios habla de muchas maneras, pero habla al corazón, cuando hay alguna inquietud, cuando hay una luz, cuando hay alguna inclinación hacia algo, hacia un tipo específico de servicio a Dios”.
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Cuarto, conocer. “Si empiezo a sentir una inquietud por el matrimonio, debo conocer qué es el matrimonio, qué implica el Sacramento, qué implica esa vida, qué nos dice la Iglesia o la Sagrada Escritura sobre el matrimonio. O si es la vida religiosa, investigar porque no es lo mismo quienes se dedican a la educación que quienes se dedican a las obras eminentes de caridad… hay que conocer. Es consagración a Dios, pero hay que informarse”.
Quinto, dejarse ayudar. “Dejarse ayudar por un guía espiritual, abrir el corazón y adelante; abrir el corazón, manifestar las inquietudes que tenemos porque nadie es buen consejero de sí mismo”.
Sexto, saber diferenciar. “Cuando vivimos una experiencia fuerte de Dios, una experiencia de conversión fuerte inicial, un deseo sincero de servir a Dios, de consagrarnos más al Él, de comunicar su amor, hacer apostolado, de tener una vida espiritual más profunda, lo podemos confundir con vocación a la vida religiosa o a la vida sacerdotal.
“Entonces no hay que confundir, conversión inicial o inquietud de servicio de apostolado con vocación a la vida consagrada o a la vida sacerdotal, hay que esperar y hay que dejarse ayudar”.
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