Al caminar por las calles de la ciudad o viajar en el transporte público cada día vemos cientos de rostros de mujeres que se dirigen a realizar una de las muchas actividades que cotidianamente hacen, por lo que no es raro que en algún momento en tu camino hayas pasado cerca o te hayas sentado al lado de una Virgen Consagrada, una mujer que decidió casarse con Cristo. ¿Pero, cómo puede ser posible esto?
Muy fácil, porque contrario a lo que se pudiera imaginar, una Virgen Consagrada, esto es, una mujer que decidió consagrar su vida como esposa de Jesús, ante la Iglesia y por medio de un rito litúrgico presidido por un Obispo Diocesano, lleva una vida normal, como cualquiera de nosotros, trabaja y se desarrolla profesionalmente, porque no vive en un convento, ni mucho menos viste un hábito religioso, aunque sí una ropa que cumpla ciertos requisitos.
Esther Ofelia Carmona Wagner, quien forma parte de la Orden de las “Vírgenes Consagradas Viviendo en el Mundo”, de la Arquidiócesis Primada de México, una congregación religiosa muy pequeña y, por ende, poco conocida, indicó que es difícil que las personas a su alrededor se den cuenta que ella decidió consagrar su vida a Jesús.
“Si me preguntan qué cambió en mi vida al pasar de no estar consagrada, a ahora que estoy consagrada, te puedo asegurar que por fuera nada. Tenemos trabajos como cualquier otra persona; vamos al súper como cualquier otra persona, a veces vivimos con nuestras familias, a veces solas, a veces con otras mujeres, pero siempre vivimos una vida normal”, indicó Ofelia Carmona.
Las vírgenes consagradas son mujeres que dedican su vida a Cristo y forman parte de la Orden de las Vírgenes Consagradas. Al consagrarse como vírgenes, estas mujeres hacen público su propósito santo de seguir de cerca a Jesús y viven su misión en la Iglesia desde tres pilares:
El carisma de la congregación de las “Vírgenes Consagradas Viviendo en el Mundo”, indicó Esther Ofelia, es la “esponsabilidad con Cristo”, por esa razón quienes la integran se consideran esposas del Hijo de Dios, a imagen y semejanza de la Iglesia que es esposa de Cristo, “y, por ende, vivimos nuestras vidas centradas en Él”.
Así, al estar su vida centrada en Jesucristo, asiste todos los días a la Santa Misa y al concluir hace oración, para posteriormente ponerse delante del Señor al menos una hora; después “o le canto o converso con Él o me quedo en silencio, según como me encuentre en mi estado de ánimo ese día”. También “tenemos como compromiso, de parte de la iglesia y de nuestra Consagración, el rezar la Liturgia de las Horas”.
Consagrada a principios del 2022, Carmona Wagner explicó que en el momento de oración que tiene con Jesús y del tiempo que pasa con Él, es muy semejante a la relación que existe entre un marido y su esposa.
“Me imagino la relación entre pareja y entonces la proyecto hacia Jesús. Por ejemplo, pensando en la intimidad física entre los esposos y comparando cómo Jesús quiere con sus manos tocar las partes más profundas de mi alma y permitir que yo también me acerque a él de esa manera, por ahí va mi espiritualidad”, indicó.
Esther Ofelia, quien el 5 de diciembre de 2021 recibió el Ordo Virginum en la Basílica de Guadalupe, esto es que de manera formal se Consagró a Jesús, comentó que esta vocación específica solo está dirigida a “las mujeres que no hayan vivido una vida contraria a la castidad” y que estén plenamente consciente de que tendrán como su esposo a Cristo.
Así, para que una mujer pueda ser una Virgen Consagrada, se necesitan aproximadamente dos años de preparación, según el documento Iglesia como esposa de Cristo, que regula esta vocación y durante ese tiempo, las candidatas reciben formación por parte de un sacerdote o de una Virgen Consagrada, delegados por el obispo local.
“La vida de adoración no se puede discernir. No puedes vivir la vocación de vida consagrada sin tener a Jesús como tu esposo y para eso hace falta la intimidad con Él, para eso hace falta estar los ratos recargada en su pecho y darle espacio para que Él te enamore. Para eso hace falta la quietud, el silencio delante de él, ante el Santísimo y, por ende, la oración”, concluyó Carmona Wagner.
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