Cada 17 de enero , perros, gatos, cerditos, conejos, tortugas y otras engalanadas mascotas son llevadas por sus dueños a la bendición de los animales. Se trata de una tradición que desde hace siglos se practica a nivel mundial con motivo de la fiesta litúrgica de San Antonio Abad.
Sobre el origen de esta costumbre y el sentido que hoy tiene para muchos feligreses, hablan para Desde la fe el padre Sergio Román, sacerdote emérito de la Arquidiócesis de México, y el padre José Luis Ávalos Ramírez, vicario de la Parroquia San Miguel Arcángel Chapultepec.
San Antonio Abad –explica el padre Sergio Román del Real– es considerado protector de los animalitos debido a una interpretación inadecuada que la gente comenzó a hacer de las representaciones que los artistas cristianos hacían de él, la cual, sin embargo, resultó en una muy hermosa tradición.
En este sentido, explica que San Antonio Abad fue uno de los grandes santos de la Iglesia, fundador del monaquismo, quien de jovencito leyó aquel pasaje bíblico del rico que rechazó la petición de Jesús de vender todo y seguirlo; al leer dicho texto, el santo, nacido en la opulencia en el año 251, se dirigió a Jesús y le dijo: “Yo sí te sigo”, así que vendió todos sus bienes para irse a la vida monacal.
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Durante su vida en el desierto –agrega el sacerdote–, San Antonio recibió muchas tentaciones, las cuales con frecuencia se le presentaban en forma de animales, ya fuera un buey, un puerco, un león, etcétera. Por esta razón, los pintores lo representaron rodeado de animales, y debido a eso la gente se fue inclinando por la idea de que él era su protector.
“Posteriormente –explica–, en virtud de que su fiesta litúrgica cae a principios de año, cuando en varios países la nieve ya se va derritiendo y la gente comienza a sembrar la tierra, las personas comenzaron a llevar a bendecir sus bueyes, sus mulas y sus caballos, y a llamar a San Antonio el “santo protector de los animales de la labranza”.
El padre Sergio Román señala que con el paso del tiempo muchos territorios se fueron urbanizando, y poco a poco la gente comenzó a dejar de llevar a bendecir sus bueyes y sus mulas, pero la tradición se fue prolongando con otras especies, las cuales ahora la gente tiene como mascotas. “A mi parroquia traen tortugas, perros, gatos, iguanas y cuanto animalito se les ocurre”, asegura.
Para el padre José Luis Ávalos Ramírez, la bendición de los animales tiene en primer lugar un sentido para la gente: el contemplar, admirar y dar gracias a Dios por su obra maravillosa; y, en segundo lugar, un fin relacionado precisamente con las mascotas: que el Señor derrame sobre ellas sus beneficios, como lo hace con todo ser viviente.
En la actualidad, el Papa Francisco ha reflexionado mucho sobre el tema de la creación, lo cual se refleja en el espíritu de su encíclica Laudato Si’, que escribió a propósito del cuidado de la naturaleza, de la cual los animalitos son parte admirable. “A través de los animales –señala–, los seres humanos proclamamos la sabiduría y grandeza del Señor, quien nos ha puesto a estas creaturas no sólo para admirarlas, sino para cuidarlas y compartir la vida con ellas”.
Finalmente, el padre José Luis señala que hay una bella monición para la bendición de los animales, la cual dice que “éstos fueron agregados a la penitencia de los hombres, junto con toda la creación, y por eso participan de la redención de Dios”.
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