Todo tipo de violencia deja diversas heridas en las víctimas, desde las físicas hasta las emocionales, y mientras estas no sean capaces de aceptarlas, sanarlas y otorgar el perdón a quienes se las ocasionaron no podrán cerrar esos ciclos para seguir avanzando y transformarse en un ser misericordioso, aseguró María Eugenia Vallín Contreras.
La Coordinadora Nacional de la Fundación para la Reconciliación México destacó que lamentablemente la violencia es una realidad mundial que se presenta en los diferentes ámbitos y en los diferentes niveles sociales y afecta por igual a personas de diferentes edades, estratos sociales y formación académica, de la que no está exenta nuestro país.
Ante la grave problemática de violencia que enfrentamos y, sobre todo, por el gran número de víctimas que genera, es urgente la necesidad de atender a todas esas personas para ayudarlas a sanar sus heridas para que puedan otorgar el perdón a sus agresores.
En este sentido, explicó Vallín Contreras, el objetivo de la Fundación es atender las causas que deja la violencia, porque siempre va a dejar causas negativas, destructivas, en quien la recibe obviamente, pero también en quien la da y también en los testigos, por eso “nosotros nos enfocamos en atender esas consecuencias socioemocionales”.
“Si me hago consciente que los golpes no arreglan nada, pues ahí se van cortando ciclos de violencia. Entonces por ahí nosotros abonamos en ese sentido atender las consecuencias emocionales para que una persona pueda romper ciclos de violencia y más allá pueda ser empática, pueda ser compasiva y pueda ser misericordioso”, señaló en entrevista con Desde la fe.
El que las víctimas de violencia otorguen el perdón a su agresor no es una tarea fácil de aceptar para una persona que ha sufrido algún tipo de violencia, por ello la Fundación para la Reconciliación México impulsa el proyecto Taller de las Escuelas de Perdón y Reconciliación (ESPERE).
ESPERE es un proyecto comprometido con la promoción del Perdón y la Reconciliación, pero que además busca contribuir con proyectos como la prevención del abuso sexual infantil y la lucha contra el bullying, bajo la consigna de que “Juntos podemos contribuir a un futuro más seguro y compasivo para todos”.
“Una persona que viva la experiencia del taller de ESPERE se hace más consciente de lo que la violencia genera, por lo que se le brindan herramientas para cortar ciclos de violencia. Nadie nace siendo violento, la violencia se aprende a veces en la familia, a veces en la comunidad, entonces hay que cortar esos ciclos de violencia, hay que visualizar y concientizar que la violencia es destructiva y solo así podemos no escalarla”, precisó la coordinadora Nacional.
El Taller de las ESPERE consisten en sesiones que promueven cambios culturales entre los participantes que fueron víctimas a partir del quehacer cotidiano, para promover reflexiones y ejercicios prácticos que inviten a superar la parálisis que genera la violencia, que por lo general se presenta por medio de la cultura de venganza o de la represalia, que contribuye altamente al escalamiento de las violencias, a fin de prepararlas para que otorguen el perdón.
Para concretar los objetivos, se trabaja desde la sociedad civil y promueve la implementación de una Política del Perdón y la Reconciliación, por medio del diálogo “con el mundo de la vida, con todas las personas, grupos, entidades y naciones, sin distinción de credo, clase, raza y sexo”.
De esta manera, el Taller de las Escuelas de Perdón y Reconciliación (ESPERE) está constituido por 10 sesiones de trabajo:
Se presenta el PERDÓN como un giro narrativo para superar las interpretaciones subjetivas hacia la ofensa y la persona que nos ofendió a partir de seis módulos:
Se presenta la Reconciliación como la capacidad de recuperar la confianza entre los separados por una agresión a partir de cuatro módulos:
María Eugenia Vallín Contreras informó que este taller está diseñado para mayores de edad “o quizá de 16 años en adelante”, pero hay un solo perfil que se debe tener: que la persona interesada asista libremente.
Indicó que es un Taller en el que se van a proporcionar herramientas prácticas y confiables para sanar un pasado doloroso, aunque precisó: “nosotros no somos terapeutas, sino que simplemente facilitamos esa metodología para que cada persona trabaje con su pasado, por eso es muy importante que vayan voluntariamente, porque no es fácil trabajar con tu pasado o no es momento para hacerlo”.
En este sentido, indicó que en el Taller han participado personas que van de los 16 hasta los 85 años de edad que asisten libremente, sin importar raza, condición socioeconómica o que no sepan leer y ni escribir o que se dé en un ambiente religioso o no religioso, ya que la metodología que se utiliza funciona y se les facilita reconciliarse con su pasado, “porque Jesús nos insistió mucho en perdonar 70 veces siete, perdonar como también nosotros perdonamos”.
“Lo que ofrecemos es un método para superar ese pasado y ver a la persona de diferente manera, es decir, no puedo cambiar lo que ya pasó, ya está en mi historia, pero yo lo puedo pensar y sentir de manera diferente y llegarlo a hacer hasta verlo como una reconciliación, en el segundo bloque, ya que la persona perdonó, y ver qué tan cerca o lejos quiere estar de la persona que le hizo daño”, dijo.
La coordinadora Nacional de la Fundación para la Reconciliación México comentó que el primer paso para que una persona acceda al taller es reconocer y aceptar que fue víctima de un acto de violencia y que este repercutió fuertemente tanto física como psicológicamente en su vida, ¿pero cómo puedo reconocerlo?
“Mira, cuando yo no he perdonado una situación o a una persona lo primero que se respira son las sensaciones corporales, se agita mi corazón, me se me tensan las manos y el estómago, eso es un signo de que no he perdonado. Eso viene acompañado de emociones muy dolorosas como que me dan ganas de llorar, siento mucho coraje, siento deseos de venganza al pensar en una situación o en una persona”, explicó Vallín Contreras.
“Si sientes eso”, concluyó, “hay que iniciar un proceso de perdón. Pero mientras no se le ponga nombre al hecho y a las consecuencias que dejó en mí, como relaciones rotas, por ejemplo, y de lo que está provocando en mis sentimientos y hasta en enfermedades, entonces no podré dar el primer paso para alcanzar el perdón y la reconciliación”.
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