Los sacerdotes y obispos auxiliares de la Arquidiócesis Primada de México iniciaron este viernes su programa de formación permanente 2021, que incluirá cursos y encuentros sobre diversos temas que tienen el objetivo de ayudar a los presbíteros en el crecimiento de su caridad pastoral.
Al inicio del encuentro virtual, monseñor Luis Manuel Pérez Raygoza, Obispo Auxiliar, pidió una oración por los sacerdotes fallecidos a causa de Covid-19 y por quienes están enfermos.
“Con ellos que ya están en el misterio de la eternidad, nos unimos también en oración por nuestros hermanos enfermos”.
Asimismo, resaltó la importancia de esta formación que servirá para el crecimiento personal y pastoral de todos los presbíteros, sobre todo en estos tiempos de pandemia.
“El panorama que tenemos delante de nosotros desde hace varios meses en razón de la pandemia, con todas las consecuencias que ha tenido: la pérdida de seres queridos, de agentes de pastoral, de sacerdotes, de hermanos obispos, son situaciones que nos impactan, que nos duelen”.
Los encuentros de formación permanente están enfocados en cuatro dimensiones fundamentales: Humana, espiritual, pastoral e intelectual.
El primer encuentro, titulado “Orientaciones para el cuidado psicológico y espiritual del presbiterio, ante el impacto de la crisis Covid-19”, estuvo a cargo del padre Daniel Portillo Trevizo, profesor de la Universidad Pontificia y de la Universidad Gregoriana de Roma, psicólogo y doctor en Teología, y director del Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la Protección del Menor.
El padre Portillo pidió a los presbíteros de la Arquidiócesis no olvidar que, además de pastores, también son humanos y no descuidar su dimensión emocional y afectiva.
“Ningún sacerdote como ningún ser humano pudimos anticipar lo que nos esperaba en esta pandemia”.
“Aunque el miedo todavía no disminuye, mantenemos la esperanza de volver al encuentro con nuestros fieles, con aquellos que nos recuerdan que somos un humano-sacerdote. En el corazón de muchos sacerdotes está presente el deseo de volver a abrir las puertas del centro parroquial, de sonar estrepitosamente las campanas que anuncian que el banquete está servido y que Jesús nos espera en su altar”
“La esperanza de volver a encontrarnos con ellos nos exige trabajar en nuestras debilidades y en nuestros miedos, en esforzarnos por implementar todas las medidas de cuidado necesarias”, agregó.
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