Tras el devastador incendio de 2019, la Catedral de Notre Dame ha tenido una intensa reconstrucción. Conoce cómo ha sido este proceso que ha llevado cinco años.
Cinco años después del fuego que consumió buena parte de uno de los más imponentes edificios de París, el mundo se alista para su reapertura oficial. Sí, la Catedral de Notre Dame podría abrir sus puertas a finales de este 2024.
En Desde la fe damos un detallado repaso al complejo proceso para recuperar esta impresionante catedral francesa, donde a lo largo de un quinquenio se ha movilizado una ingente cantidad de recursos técnicos, logísticos, materiales y humanos para la reconstrucción de la Catedral de Notre Dame.
Y es que hace cinco años, el 15 de abril de 2019, un incendio detuvo consternado al planeta mientras millones miraban con asombro y terror cómo el fuego destruía una de las obras más icónicas de Europa: ¡Ardía la imponente catedral de Notre Dame!
Tras múltiples análisis con expertos de diversas partes del mundo y el desembolso de una sorprendente cantidad de dinero, se inició el proceso de reconstrucción de la Catedral de Notre Dame, por secciones y etapas. De ellas, una de las más desafiantes fue el techo, que finalmente ha sido culminado.
Como dato curioso, se empleó un particular símbolo para celebrar ese logro parcial: un grupo de obreros coronó la punta del techo con un ramo de flores.
Dedicada a la Santísima Virgen María, la catedral de Notre Dame es una obra de arte cargada de notable riqueza arquitectónica desde tiempos medievales. Y muestra de su relevancia es que alberga en su interior nada más y nada menos que la reliquia de la Corona de Espinas de Cristo.
Su proceso de resurgimiento ha avanzado a un ritmo vertiginoso, a juzgar por los casi dos siglos que entre el 1163 y el 1245 tomó construirla, más allá del hecho de que, posteriormente, se le han realizado diversas modificaciones.
Además de la restauración del techo, fueron replicadas las torrecillas ubicadas a los costados de la esbelta infraestructura que presume de notable belleza y más de 800 años de vida.
En total, se estima que se ha invertido la labor, el esfuerzo directo y las manos de más de un millar de personas, gracias a lo cual, los exteriores de esa zona lucen decorados con piedra tallada.
Las renovaciones son múltiples y van por áreas. Entre ellas figura la sillería del coro, la cual está coronada por un peculiar querubín. De momento, los trabajos en esa parte apuntan a remozar las secciones dañadas, en un esfuerzo por darle un real parecido a su apariencia de origen.
Concluido el exterior -con elementos icónicos como la aguja y el gran ático-, así como los aspectos de infraestructura que apuntaban a garantizar la seguridad de la obra, se abordaron aquellos relacionados con el interior de la iglesia medieval.
Entre las grandes proezas recientes figura la restauración del llamado “bosque de Notre-Dame”.
De acuerdo con el personal del proyecto Rebâtir Notre-Dame, el pasado 8 de marzo, “los carpinteros completaron la estructura de la nave, última etapa de la restauración del bosque”.
En el sitio web, donde se puede dar un paseo por sorprendentes imágenes de “esta formidable aventura humana y técnica” en la catedral de Notre Dame, también se brindan detalles de la colocación de los “grandes búhos” en la aguja.
Se trata de un total de ocho aves rapaces protectoras con las que “la aguja parece estar a salvo de cualquier peligro”. Las piezas forman parte de las decoraciones de plomo que los techadores han estado colocando.
Después de los 192 ganchos que adornan la parte superior de la aguja, se avanzó hacia obras más complejas que fueron modeladas en talleres antes de ocupar su lugar definitivo en la histórica catedral parisina de Notre Dame.
Igualmente, forman parte de las maniobras de restauración los “grandes duques”, como han sido bautizadas unas águilas de plomo fundido que coronan los postes más altos de la cadera de la aguja.
Los conjuntos constituyen otros tantos pináculos elegantes con los que los restauradores esperan conferir gracia y esbeltez a la imponente aguja del templo católico.
Y ya dentro de la Catedral de Notre Dame, dirigen su mirada experta a los mármoles, donde se ha apostado por la opus sectile, una técnica artística basada en mosaicos geométricos que alcanzó notable esplendor en Roma a la altura del siglo IV.
Otro elemento emblemático de esta joya arquitectónica es el gallo, que hasta el momento del incendio coronaba lo más alto de la aguja.
Y es una pieza particularmente emblemática, toda vez que según la iglesia local simboliza el ingreso de la luz tras el paso de la oscuridad nocturna.
Lo reemplaza uno nuevo, cargado de notable simbolismo. En él se han incorporado reliquias que sobrevivieron a la humareda. Y sus plumas simulan las llamas del fuego, en una clara alusión al ave fénix que victoriosa resurge de las cenizas.
El ave dorada fue instalada con ayuda de una enorme grúa. Su reinvención resulta cuando menos curiosa. Sus plumas en llamas representan “la resistencia en medio de la destrucción tras el devastador incendio”, reseña una nota de la agencia de noticias AP.
El sitio también revela que se está equipando un sistema de nebulización antiincendios bajo el tejado de la catedral y presenta declaraciones del arquitecto jefe Philippe Villeneuve, diseñador del nuevo gallo, quien declaró que la supervivencia del animal original significaba “un rayo de luz en la catástrofe”.
“Había esperanza, no todo estaba perdido. La belleza del (viejo) gallo maltrecho… expresaba el grito de la catedral que sufría en llamas”, dijo Villeneuve. Mientras que la nueva pieza, de medio metro de largo se erige como antes, “a más de 96 metros del suelo”, pero ahora exhibe un “fuego de resurrección”.
Al menos el 25% de las campanas fueron afectadas por el fuego y el calor. Se espera que estén completamente restauradas antes de la apertura, prevista para mediados de diciembre de este año. Por fortuna, no todo resultó dañado.
La campana bourdon, la de mayor tamaño de la catedral, sobrevivió a la tragedia. De hecho, gracias a las maniobras de un grupo de personas equipadas con trajes especiales, sonó en 2020, al cumplirse un año del incendio.
Ubicada en el campanario sur de Notre Dame y fabricada en torno al año 1681, con sus 13 toneladas de peso es la segunda campana más grande de Francia. Y tiene un significado especial, pues en el sentido espiritual, las campanas son eco de la voz de Dios.
En efecto, las campanas se bendicen y consagran de forma particular, pues las campanas de una Iglesia -y la de Notre Dame no es la excepción- se elaboran para que “mientras repique y taña, los fieles sean invitados a la casa de Dios y a la recompensa eterna”.
De igual modo, el ritual romano constata que sobre ellas se derrama “el rocío del Espíritu Santo”, para que “siempre que suene, huya el enemigo del bien”, así como para que “el pueblo cristiano escuche la llamada a la fe”.
También en la línea del sonido, se inició la restauración del órgano, el cual se encuentra debajo de un rosetón del templo. De acuerdo con los restauradores, el equipo se desmontó para realizar la limpieza de sus partes. Resta aún la colocación de sus miles de tubos, ocho mil, para culminar con su afinación.
Rodean su fachada y parecen observar desde lo alto a todas partes.
Las gárgolas fungen desde tiempos inmemoriales como centinelas que vigilan la catedral. No obstante, tienen también un interés más terrenal, pues sirven para canalizar el agua de lluvia y como elemento estructural protector.
Las piezas afectadas por el incendio de 2019 fueron reemplazadas por nuevas.
Finalmente, se ha procedido a la paulatina retirada de los andamios sobre los que miles de manos han trabajado sin descanso para devolver su brillo y majestuosidad a la Catedral de Notre Dame con la reconstrucción.
De este modo, el templo católico suma a sus victorias el haber superado un historial de episodios que han amenazado su subsistencia y que hoy se erige como una de las más importantes joyas religiosas de la arquitectura mundial.
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