Desde hace más de 100 años, la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe ha dado cobijo a las comunidades de migrantes que se han asentado en San Diego, California.
Esta iglesia fue fundada en 1917 y, en principio, tenía el nombre de La Purísima, y en el templo apenas cabían unas cincuenta personas; pero muy pronto fue rebautizada con el nombre de la madre de México y Emperatriz de América. Ahora, en sus Misas participan más de dos mil fieles.
Siguiendo con esa vocación que la ha acompañado desde sus inicios, la Parroquia abrió un novedoso servicio: el Centro de Recursos Comunitarios.
El objetivo de este centro es ofrecer a las personas que atraviesan por una situación difícil, sin importar su estatus migratorio, la orientación que necesiten para ser conectados a programas y servicios disponibles que ofrecen los gobiernos.
Así, la comunidad de la Parroquia de Guadalupe, en San Diego, acompaña a todos los que se acerquen a ellos y les ayuda en todo el proceso para ingresar a programas sociales gubernamentales para la entrega de vales de comida y dinero en efectivo a familias necesitadas; para obtener una cita para la vacuna de Covid-19; en capacitación y búsqueda de empleo; apoyos a la salud física y mental, jardinería y clases de inglés, entre otros servicios.
El diario The Southern Cross, sitio oficial de noticias de la Diócesis de San Diego, explicó que esta iniciativa inició en abril de este año gracias al compromiso de Adela García, quien desde 1955 pertenece a esta parroquia, y la Hermana Mary Waskowiak, de la Casa de la Misericordia.
“Nuestra gente se vio gravemente afectada por esta pandemia. Este era el código postal de desempleo más alto del condado y también tenía la tasa de Covid más alta. Yo sabía que hay muchos servicios disponibles, pero también sé que la mayoría de las personas no saben por dónde empezar y no hay nadie que los pueda guiar”, dijo García en entrevista.
Adela vivió en carne propia el apoyo que la Iglesia ofrece a su comunidad. En un evento de la Parroquia recibió una tarjeta con un número telefónico en el que podrían ayudarle a conseguir trabajo en una compañía. Pensó que nunca hablaría, pero días después pasó frente a la parroquia, metió la mano al bolsillo sacó la tarjeta.
“Como que la Virgen me dijo ´háblale´ y le hablé, empecé las entrevistas y duré ahí trabajando 38 años”, recordó en otra entrevista, con La Prensa de San Diego.
Ahora, con esta iniciativa, junto con las hermanas Casa de la Misericordia, ayuda a otros.
Aunque la casa parroquial es la sede del Centro, en este esfuerzo participan la comunidad de Casa de Misericordia, la Agencia de Servicios Humanos y de Salud del Condado de San Diego (HHSA) y organizaciones sin fines de lucro.
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