Desde 1896, las Siervas de María Ministras de los Enfermos acuden a hogares de la Ciudad de México donde hay una persona enferma, y a cuyos familiares les resulta difícil atender, ya sea porque llegan agotados del trabajo y al día siguiente se tienen que levantar temprano, o por cualquier otra circunstancia imposible de sobrellevar.
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Por citar un sólo caso, de los tantos que ha atendido la congregación, la hermana Luz María Batres narra el drama que vivía un hombre viudo, enfermo de cáncer, padre de varios hijos que por alguna razón se encontraban en desunión.
Quienes lo cuidaban en su etapa terminal, querían evitarle más angustias, de manera que no deseaban que él supiera que padecía cáncer y que le restaba poco tiempo de vida. Esperaban que el señor simplemente se fuera despidiendo sin tomar conciencia de ello.
“Una como enfermera -explica-, tiene el deber ético de hablarle al paciente de su situación, pues moralmente tenemos que ayudarles a pasar el transe de la enfermedad. Sin embargo, yo tomé en cuenta la opinión de su familia, y sólo comencé a hablarle al señor sobre el Dios misericordioso que nos acompaña en toda situación difícil”.
La hermana Luz María platica que cada día le pedía a Dios poder ser un instrumento de su mensaje con aquel señor, y, una visita tras otra, le hablaba más acerca de Él, de nuestra finitud como humanos en esta tierra y de que Él nos esperaba a todos en su Reino con los brazos abiertos; y paulatinamente él se iba tranquilizando.
“Cierto día, aunque ya se le veía mucha paz, me dijo: ‘Me siento muy mal’. Yo llamé al médico, le referí sus signos vitales y me dijo que no había nada más que hacer. Sugerí a sus familiares que llamaran a todos los hijos del señor. Llegaron. Les dije que si tenían alguna inquietud con su papá se lo dijeran, y que también le pidieran perdón si querían hacerlo. Así lo hicieron todos”.
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Cuenta la hermana Luz María que cuando al señor le comenzó a faltar la respiración, pidió a los familiares se retiraran un poco; ella se acercó y le dijo: “La Virgen ya va a venir por usted para presentarlo ante su Hijo, póngase en sus manos y no tenga miedo”. Acto seguido, ella le puso un rosario entre sus manos; “el lo apretó con mucho amor, con las fuerzas que le restaban; lo soltó, se le formó una gran sonrisa y expiró.
La hermana Luz María Batres platica que el pasado 1 de agosto cumplieron 125 años de labor ininterrumpida en la Ciudad de México, pues las primeras hermanas oficialmente iniciaron sus funciones de enfermería y atención espiritual en 1896.
“Su llegada a esta ciudad se dio debido a que una señora de nombre Esther Pesado había solicitado a España que vinieran dos hermanas Siervas de María. Sin embargo, llegaron cuatro: la madre Purificación, sor Sorana, sor Josefina y sor Elisa, quienes lo primero que hicieron al llegar fue dirigirse a la Basílica de Guadalupe para visitar a la Virgen. Luego estuvieron buscando a la señora, pero no la hallaban”.
Finalmente dieron con la señora -explica-, pero ésta no las recibió como esperaban; ellas vieron eso con un espíritu de fe, y se propusieron empezar la labor por ellas mismas aún sin contar con lo mínimo necesario.
“No conocían a nadie, pasaron días muy difíciles, de mucha precariedad; pero finalmente pudieron adaptar un lugar como convento, e iniciaron la labor el 1 de agosto de aquel año; la gente pronto las comenzó a conocer, sobre todo por la labor de enfermería que realizaban en favor de los más necesitados”.
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Desde entonces hasta la fecha, han pasado por esta congregación en la Ciudad de México 375 religiosas, entre españolas y mexicanas, ya que pronto comenzaron a suscitarse vocaciones en el país. “Muchas de las hermanas españolas -refiere- no volvieron a ver a su familia, pues quisieron entregarse para siempre a Dios y a los mexicanos”.
Las Siervas de María Ministras de los Enfermos cuidan a pacientes por la noche de domingo a viernes, y sólo descansan los sábados; pero hoy enfrentan una situación difícil: de las 12 hermanas que integran la congregación, 5 son de edad muy avanzada y ya están muy enfermas; dos se quedan a cuidarlas; una atiende la cocina, y la superiora necesariamente debe estar en la casa.
De manera que actualmente sólo son tres las hermanas que salen a atender a enfermos, en un horario de 8:30 de la noche a 6:00 de la mañana, por lo cual se han tenido que adaptar a un horario para dormir distinto al del resto de la gente: de una de la tarde a 7:00 de la noche. Cada hermana visita dos enfermos a la semana: con uno va los lunes miércoles y viernes, y con el otro domingo, martes y jueves.
“Hoy estamos en busca de vocaciones -señala la hermana Luz María-, con la confianza puesta en Dios, pues mucha gente pobre necesita ayuda con sus enfermos. Nuestra labor es muy bella, pero lo es más cuando vemos clara la mano de Dios: gente sin religión, alejados de la iglesia o atraídos por la masonería, se encaminan de nuevo hacia Dios al ver nuestra entrega desinteresada”.
Señala que para las hermanas que salen a atender enfermos, en realidad no se trata de una labor pesada: el vivir de noche no les ha generado ninguna enfermedad ni estados de alteración, “ya que este es un don de Dios, y cuando Él da la gracia, Él mismo se hace cargo”.
“Luz de Soledad” es una cinta del director español Pablo Moreno, misma que se estrenó en España en 2016, y en México en 2019. Detalla la tenacidad de santa María Soledad, fundadora de la congregación Siervas de María Ministras de los Enfermos, quien hizo historia en los hospitales de España gracias a su entrega en el servicio”.
“Es una película narrada en dos tiempos -refiere la hermana Luz María-: el periodo en el que se fundó la congregación, entretejido con un caso de la vida actual, el de uno de esos enfermos que no quieren saber nada de Dios, como los que en la actualidad nosotras nos encontramos frecuentemente, y atendemos con el mismo gusto”.
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